si al mismo tiempo que lee
este texto se está comiendo un pintxo de txistorra (es difícil de hacer
sin manchar el papel), es que ha sobrevivido al apocalipsis. Ya somos
dos en este planeta. Mi más sincera enhorabuena. Aunque tampoco es para
tanto. Era imposible que usted y yo desapareciéramos de la faz de la
Tierra sin que antes se hubieran cumplido una serie de requisitos
indispensables. A saber. Es imposible que llegue el fin del mundo antes
de que Donostia luzca su nueva estación de autobuses. Como también es
del todo improbable que nos volatilicemos todos sin que el Madriz levante la Décima.
Por no decir que a nadie se le ocurriría vaticinar el final de nuestra
existencia sin ver antes Anoeta sin pistas de atletismo, sin ver
circular el Topo-metro de Donostia llegando a primera línea de
playa en La Concha y sin saber si hoy el talo se cotizará por encima de
los cinco euros. Pero es que ya resulta de risa que nos anuncien que
todo esto se acaba sin que sepamos si habrá incineradora, puerta a puerta
o quinto contenedor, o todo junto, revuelto o por separado. Todavía hay
muchas cuestiones por resolver como para que nos vengan los mayas (un
respeto para los mayas, dicho sea de paso) y nos digan que hasta aquí
hemos llegado. En fin, que no podemos dejar este mundo (amén de sin
probar pipas Facundo), sin saber si en 2013 va a cambiar el mapa del
tiempo de EITB o si vamos a volver a jugar en Europa. Y
hablando de fútbol y periodismo, no podemos irnos así como así sin saber
si Iker y Sara se casan el año que viene. He dicho.
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