un reciente estudio
patrocinado por el oligopolio telefónico estatal asegura que nos
comunicamos más a través de las redes sociales que mediante el contacto
directo entre las personas. Vamos, que el móvil, el portátil, el
ordenador y la tablet han sustituido a las tertulias tras una
buena comida o en torno a un simple descafeinado de sobre con leche
templada y en taza normal, o sea, grande (dejé de tomar descafeinados
por la cantidad de preguntas que debía responder al pedirlo). El sesudo
informe afirma que el usuario medio entabla a diario relación con otros
28 individuos utilizando herramientas como Facebook, Twitter o WatssApp,
pero que solo lo hace cara a cara con 16 personas. Haciendo un juego de
palabras, podemos estar todo el día hablando con un amigo sin cruzarnos
una palabra hablada. Hace tiempo que el móvil se ha convertido en un
apéndice más de nuestro cuerpo (conozco ya a muy poquita gente que no
tenga uno), así que no resulta extraño que sea un invitado más en las
cenas con los amigos. Normalmente, y sin necesidad de llegar a los
cafés, se abre una competición para ver a quién le han enviado el vídeo
más gilipollas o quién ha recibido la chorrada más grande. Como las
conexiones Wi-Fi abundan por doquier (en bastantes sociedades se ofrece
la clave de conexión en el tablón de anuncios), la interactividad es
inagotable. Por aquello de que ya resulta canso, en la última cena de la
cuadrilla decidimos que en la próxima cita se registrará a cada
comensal en la entrada y se le requisará el móvil, que pasará a
guardarse en una cazuela. De momento, no se cocinará al vapor.
Una alternativa a lo de la cazuela:
ResponderEliminarSe deja el móvil encima de la mesa boca abajo. El primero que lo levante invita.