viernes, 22 de febrero de 2013

Hola Don Felipe...

el otro día estuvo aquí al lado Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, a la sazón príncipe de Asturias, príncipe de Gerona y Viana, duque de Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer. Nunca he entendido la expectación que levantan las visitas de la casa real, ya sean en Donostia o en Albacete, y ya sean los Borbones, los Windsor, los Orange o los Grimaldi. Cuando veo imágenes de gente que jalea con fervor al personaje real de turno tras una valla, atónito me quedo. Me pasa lo mismo con los Papas de Roma, convertidos hoy en ídolos de masas. No alcanzo a comprender la simpatía que expresa el pueblo llano con personajes del colorín que viven tan alejados de los problemas del común de los ciudadanos. Diré más. Soy capaz de bajar al portal de casa para presenciar una carrera ciclista de cadetes, pero no me levantaría del sofá para ver a los duques de Windsor. La monarquía y todo su boato me parecen una de las instituciones más arcaicas e inútiles (por no necesarias) de este siglo y los anteriores. No entiendo por qué hay que mantener a toda una prole que no tiene oficio pero sí beneficio. Las visitas de los Borbones a este territorio rojo del este han pasado de excepcionales a rutinarias. Hay quien sostiene que se deben a que si una empresa o institución quiere que un acto que organiza tenga repercusión más allá de Leintz Gatzaga, sabe que si invita a algún miembro de la casa real española se garantiza la cobertura informativa de los medios estatales y del aluvión de revistas de papel cuché. Que la expectación se multiplica, aunque haya mucho continente y poco contenido. Va a ser que sí.

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