la Donostia-Hondarribia
por la senda Talaia, la subida y bajada a Loatzo, en Villabona, la
Gipuzkoa Klasika para ciclistas junior, la Marcha Nórdica por las tres
playas de Donostia, la clásica cicloturista de Egia-Memorial Eugenio
Olaciregui, la carrera mixta de Oñati, la carrera de montaña de
Trintxerpe-San Pedro, el Premio Deba para cadetes... Toda la relación de
competiciones descritas tienen en común que se celebran este próximo
fin de semana, que no destaca por nada en particular. Cada fin de
semana, el calendario de actividades deportivas en Gipuzkoa es amplio y
variado. Pero ninguna de estas pruebas se podría celebrar sin la
impagable labor de los voluntarios. En estos tiempos en los que vamos
conociendo cómo algunos (unos pocos) hacían del lucro personal su
carrera, los voluntarios son un ejemplo de generosidad, de compromiso,
de cómo se puede trabajar y colaborar por amor al arte, en este caso al
deporte. Los voluntarios realizan una labor que no se recompensa con
dinero (a lo sumo les cae el bocata para el almuerzo) pero que tiene el
aplauso de quienes organizan y compiten. Con el clásico peto, lo mismo
preparan un avituallamiento y sirven un hamaiketako, que controlan el
tráfico, hacen de moto de enlace, vigilan cruces o informan a través de
un walki talkie. A veces ni siquiera es necesario que el organizador de
turno llame al voluntario para conocer si cuenta con él. El voluntario
colabora de forma desinteresada, por el puro placer de ayudar a un
amigo, a un familiar o a una causa con la que se siente identificado. No
está de más agradecérselo con palabras.
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