viernes, 24 de mayo de 2013

Doblar sábanas

Esta semana seguimos de tiendas. No hay que ser ni un lince ni un agudo observador para darse cuenta de que todas las catedrales del siglo XXI (osease, los centros comerciales) son iguales. Los mismos parkings, las mismas marcas, las mismas tiendas de moda, de telefonía, de videojuegos, de lencería y de joyas, incluso las mismas franquicias de restauración y la misma ausencia de comercios especializados en venta de libros y discos que, sin embargo, sí se ofrecen en las grandes superficies, casi siempre a la entrada. Todas estas catedrales tienen otro lugar común: los amplios pasillos con bancos en el centro. Tampoco hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que esos asientos están hechos para los hombres que esperan a que sus contrarias se aprovisionen de artículos varios. Echen un vistazo y comprobarán que los bancos están casi siempre poblados por hombres que pasan el tiempo jugando con el móvil (los más), leyendo la prensa (los menos) o viendo la vida pasar. Ante la próxima remodelación de una conocida catedral de los arrabales de Donostia, pido encarecidamente, no solo que conserven los bancos, sino que: 1) ofrezcan como detalle un cafelito mientras guardamos espera; 2) que nos aprovisionen de prensa; 3) que desaparezca el hilo musical; 4) que no se elimine la señal gratuita de Wi-Fi. He dicho. Otro día hablaremos de por qué los hombres no sabemos doblar las sábanas, ni solos ni acompañados y, en concreto, por qué nunca conseguimos que coincidan las puntas de las sábanas.

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