esta columna, o lo que sea, debería cobrarla Ima Sanchís, coautora de las siempre recomendables entrevistas de la contraportada de La Vanguardia.
Pero bueno, tira, a veces los plumillas nos aprovechamos del trabajo de
los colegas para pillar al vuelo un tema con el que, por ejemplo,
llenar estas líneas. Sanchís entrevistó hace unos días a Carl Honoré, un historiador escocés que hace diez años convirtió en best seller su libro Elogio de la lentitud. Ahora acaba de ver la luz La lentitud como método. Vistos los títulos, no hay que ser un lince para darse cuenta de que Honoré ha hecho del movimiento slow
su forma de vida. En la entrevista deja varias e interesantes perlas.
Como esta: "La prisa nos lleva a cometer enormes errores, nos roba
nuestro tiempo y nos impide ser felices (...) Nos resta capacidad de
disfrute, de acceder al placer de cada momento". O esta otra: "La
industrialización trajo la idea de que el tiempo es oro y empezamos a
contar minutos y a darles un valor económico". "(...) como estar ocupado
y estresado es signo de prestigio, nuestra relación con el tiempo nos
hace infelices. Debemos aprender de nuevo la lentitud". O esta última:
"Gracias a las nuevas neurociencias sabemos que simplemente mirando un
reloj al ser humano le entra angustia". Prisas, prisas, prisas. No hay
día en que no hagamos una llamada de teléfono y, nada más descolgar
nuestro interlocutor, le preguntamos ¡si tiene un minuto para hablar!
Vivimos en un sinvivir, de aquí para allá, sin pararnos un ratito para
disfrutar de la vida leeeeeeeeeeeeeeeeeentamente.
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