viernes, 17 de mayo de 2013

Probadores

Sé que me repito como un pimiento relleno, pero como el asunto da juego entre el postre y el café, lo pongo de nuevo en el tapete de la sobremesa. Hablamos de mujeres. De mujeres y de compras. En concreto, de mujeres que salen de compras (un día entero, una tarde entera) y vuelven a casa con la cartera intacta y las bolsas vacías. Incomprensible a ojos vista de un servidor. Me resulta materialmente imposible decidir que voy a comprarme dos vaqueros y volver a casa sin ellos. A veces incluso me los llevo puestos, como las zapatillas. En el caso de ellas, o de algunas de ellas habría que decir, no siempre impera esta lógica. "No había nada para mí", te responden después de probarse 30 pantalones, 20 pares de zapatos, diez blusas y otros tantos vestidos, y de recorrerse 25 tiendas de todos los estilos y colores. O vuelven a casa de vacío, o lo hacen con un par de sujetadores y unas bragas. Al "no había nada para mí" le sigue el clásico "no tengo nada" cuando abren ese armario ropero en el que ellas ocupan tres cuartas partes de las baldas y colgadores y tú te conformas con una esquinita en la que amontonas niquis y jerseys. Y qué decir llegada la hora de probarse la ropa. Si una mujer, recién vestida por la mañana, te pregunta a ti, que estás sobao entre las sábanas, sobre cuál de los dos zapatos le queda mejor, tú le contestarás que el zapato negro que lleva en el pie derecho, y ella, con un 100% de probabilidades, elegirá la bailarina azul del pie izquierdo.

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