SI se dispone a disfrutar de las fiestas patronales de turno, he aquí información de servicio. Aunque la crisis aprieta, beber y comer en buena compañía siempre tiene un precio. Llevar a la chavalería a barracas y tiovivos varios supone soltar la gallina hasta que se come todos los huevos. Vayamos con unos ejemplos prácticos en un ferial cualquiera de un pueblo cualquiera. El viaje en la dichosa Ranita (que no es meridional), sale a tres euros por cabeza, igual que cualquier otra atracción que se precie. Si le apetecen unos churros (está este verano de carajillo para tomar un chocolate con churros), la docena se sirve a cinco euros. Llega la hora del bebercio, que no tiene precisamente los precios del bar del Congreso. El cubata no baja de los cinco euros, el crianza anda por 1,60, el zurito cuesta 1,20 euros, la caña dos euros y la moda de este verano es ofrecer el botellín de cerveza a un eurito. Eso sí, hay quien se queja de que la calidad de la cerveza a un euro es como el cava que venden en sanfermines para regar al personal en el chupinazo. Si le entra hambre y le apetece un bocata, suelte entre 4 y 6 euros, dependiendo de los ingredientes y el local. Y el cortadito de rigor, pues a precios variados: 1,20, 1,30, 1,40, 1,50 o 1,60, según sea terraza o interior. Si ya está usted a tono y disfruta de una juerga de las de verdad (de las de Resacón en Las Vegas), acabará comprando un gorro que no me atrevo a describir (2 euros, se llevan los de tipo Village People) y unas gafas sin cristal (3 euros) como las que lucía el otro día Jon. (Y aprovecho el viaje para felicitar. Zorionak Jon, zorionak Ainara).
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