viernes, 26 de julio de 2013

Conciencia tranquila

Cada vez que alguien (normalmente un político de alta alcurnia o un juez de los de Champions League) enlaza en una misma frase los términos separación de poderes, independencia judicial, imparcialidad y respeto judicial, me entra un ataque de risa floja. Hace tiempo que la Justicia que se imparte en las altas instancias del Estado es sorda y ciega y responde a intereses particulares, pero es que las tres resoluciones del Tribunal Supremo que se han dictado en la última semana sobre el caso CAN, los tejemanejes de Jaume Matas en Baleares y el campeonísimo José Blanco en Galicia han colmado el vaso de la incredulidad. No es ya que la clase dirigente vea rebajadas sus penas o, simplemente, no sea imputada en causas que son de cajón. Es que, además, se pavonean y sacan pecho. Ahí tienen a Barcina, Sanz, Maya y Miranda que, una vez hecho público el auto del Supremo, desfilaron uno por uno para decir que son más limpios que la patena. Si actuaron con la honradez de la que ahora alardean, ¿por qué devolvieron el dinero que se embolsaron en aquellas interminables reuniones en los órganos de la CAN que ellos mismos crearon? ¿Es honrado cobrar miles de euros (hasta 89.000 llegó a recibir Sanz) por encadenar reuniones en las que eran meros oyentes y ni siquiera se levantaban actas? ¿Duermen con la conciencia tranquila? A ojos del Supremo, que resuelve en un auto de seis páginas una instrucción que duró cuatro meses y ocupó 2.000 folios, han quedado absueltos; a ojos de la opinión pública, hace tiempo que se dictó sentencia.

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