viernes, 12 de julio de 2013

La caja de puros

En una antigua línea de autobuses, no recuerdo si en la que partía de Iruñea o la que salía desde Donostia, cuando no existían las máquinas actuales, muchas veces se cobraba el billete en el propio vehículo, ya fuera parado o en marcha. El cobrador, provisto de una caja de puros que colgaba de su cuello con una cuerda, hacía equilibrios entre curvas y frenazos para que el personal apoquinara el tique. Le dabas la pasta y te devolvía los cambios y el correspondiente billete, que guardaba en la caja de puros. Se cobraba en pesetas, aunque había un chófer que lo hacía en duros, que es como si ahora hablamos a las nuevas generaciones en pesetas. No les suena. Es como si a nosotros nos hablaran de los reales. Las cajas de puros son como los periódicos. Una vez usados, sirven para todo. Mayormente se utilizan para guardar billetes de lotería, un dinerillo para darnos un capricho o el Bonoloto semanal. Don Mariano, aficionado a fumar habanos en la intimidad, no recibía sobres de Bárcenas sino cajas de puros de Álvaro Lapuerta (iba a escribir Lapiedra, en qué estaré pensando), el extesorero del PP. Las cajas de puros llegaban al Ministerio que dirigía don Mariano vacías de vegueros y repletas de dinero contante y sonante. Un mes caía una cajita con cuatro millones de pesetas; otro mes, otra de Montecristos con dos millones. Así hasta 42.000 euros en un año. A cualquiera de nosotros nos caería un buen puro si recibiéramos pagos ilegales. Pero dudo que empuren a don Mariano. Si me apuran, como mucho le llamarán a declarar.

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