En una antigua línea de
autobuses, no recuerdo si en la que partía de Iruñea o la que salía
desde Donostia, cuando no existían las máquinas actuales, muchas veces
se cobraba el billete en el propio vehículo, ya fuera parado o en
marcha. El cobrador, provisto de una caja de puros que colgaba de su
cuello con una cuerda, hacía equilibrios entre curvas y frenazos para
que el personal apoquinara el tique. Le dabas la pasta y te devolvía los
cambios y el correspondiente billete, que guardaba en la caja de puros.
Se cobraba en pesetas, aunque había un chófer que lo hacía en duros,
que es como si ahora hablamos a las nuevas generaciones en pesetas. No
les suena. Es como si a nosotros nos hablaran de los reales. Las cajas
de puros son como los periódicos. Una vez usados, sirven para todo.
Mayormente se utilizan para guardar billetes de lotería, un dinerillo
para darnos un capricho o el Bonoloto semanal. Don Mariano, aficionado a
fumar habanos en la intimidad, no recibía sobres de Bárcenas sino cajas de puros de Álvaro Lapuerta (iba a escribir Lapiedra,
en qué estaré pensando), el extesorero del PP. Las cajas de puros
llegaban al Ministerio que dirigía don Mariano vacías de vegueros y
repletas de dinero contante y sonante. Un mes caía una cajita con cuatro
millones de pesetas; otro mes, otra de Montecristos con dos millones.
Así hasta 42.000 euros en un año. A cualquiera de nosotros nos caería un
buen puro si recibiéramos pagos ilegales. Pero dudo que empuren a don
Mariano. Si me apuran, como mucho le llamarán a declarar.
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