No hay que ser un fino
observador de la realidad para darse cuenta de que cada vez llegan más
turistas extranjeros a Donostia. No haría falta recurrir a las últimas
estadísticas, aunque, todo sea dicho, el Instituto Vasco de
Estadística, Eustat, confirmó ayer con números lo que cualquier hijo de
vecino puede comprobar si se da una vuelta por el centro de la capital. A
los franceses de la Gironde y Las Landas (matrículas de coche 33 y 40,
respectivamente, para más señas), que venían, vienen y seguirán
viniendo a Donostia, se han sumado una legión de británicos, alemanes,
belgas, holandeses, italianos... y japoneses. Bueno, los italianos
siempre vienen, más en agosto que en julio, porque les va la marcha en
sus dos acepciones (en los ya olvidados incidentes de la Semana Grande,
siempre habían algún detenido de nacionalidad italiana). Digo yo que
algo tendrá que ver la crisis en este incremento del turismo que procede
allende los Pirineos. Porque no creo que hayan llegado atraídos por el
sol y el calor, aunque en los últimos quince días esta ciudad se parezca
más a Alicante que al veranito propiamente vasco: un día de sol y dos
de lluvia. Llevamos un año sin término medio. O llueve, o hace sol. Se
echa ya de menos esa incertidumbre de no saber cómo va a ser la semana.
El caso es que hay más visitantes extranjeros que, como apunta un
compañero, vienen con la pasta que no pueden gastar los estatales,
atrapados hasta el cuello por una crisis que sabemos cuándo empezó pero
no cuándo acabará, si es que acaba. De momento, que siga luciendo el
sol, que es gratis.
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