Afirmaba hace unos días Jordi Évole en un artículo en El Periódico, que la cuenta atrás que TVE
colocó en una esquina de la pantalla en los días previos a la elección
de la sede de los JJOO de 2020 finalizaba el sábado a las 22.30 horas. O
sea, que se daba por descontado que Madrid superaría la primera
votación a eso de las 21.00 horas. El pequeño detalle no es más que una
muesca más del típico desprecio al rival del que históricamente han
hecho gala no pocos medios de comunicación españoles, con la prensa
deportiva a la cabeza. ¿Estambul? ¿Tokio? ¿Moros? ¿Japos? La olímpica
falta de respeto al adversario es tan común como la prepotencia que
exhiben a menudo. No hay más que seguir la trayectoria del Real Madrid
en su afán por conseguir la décima Copa de Europa y leer y escuchar a
comentaristas convertidos en hooligans para encontrar un
paralelismo con lo ocurrido con la candidatura de Madrid. Somos los
mejores y no hay dios que nos tosa. Ocurría también con la selección de
fútbol hasta que ganó la Eurocopa, encontró un estilo de juego y se
asoció a la mejor generación de peloteros de su historia. Habitualmente
(ahora también ha ocurrido con Madrid 2020) se recurre al enemigo
exterior para explicar las derrotas, ya sea el árbitro, la FIFA, la
Pérfida Albión o el Tassotti de turno. Ocurre en el fútbol, pero
también en deportes como la Fórmula Uno, hasta el punto de que esta
temporada se diría que el Ferrari de Fernando Alonso es un Seat 600 cualquiera. Así que, de derrota en derrota, Madrid 2020 ha engrosado el amplio palmarés de campeones morales.
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