viernes, 6 de septiembre de 2013

Manías

El ser humano es un animal de costumbres. Somos capaces de levantarnos todos los días por el mismo lado de la cama, desayunar el mismo número de galletas, tomar el cortado en la misma mesa del bar de la esquina, leer siempre el periódico de atrás hacia adelante, pagar en la misma cabina de peaje, aparcar en el mismo lugar (si es que está libre) y desplazarnos hasta la puerta de acceso al trabajo por idéntico camino que el día anterior. Todos ejercemos alguna vez de Jack Nicholson en Mejor... imposible. Quien osa sentarse en el trozo de banco del vestuario en el que todos los días te cambias de ropa recibirá una de esas miradas que matan. Tenemos incluso nuestras prendas fetiche (la camiseta de Toshack o la gabardina de Irureta son dos buenos ejemplos), nuestros lugares de paso prohibidos (nunca camines por debajo de un andamio) o manías como aquella de un exjugador de la Real que nunca volvía a las instalaciones de Zubieta nada más abandonarlas, ni aunque se le hubiera olvidado el neceser. Estamos rodeados de manías por todos lados, pero he aquí un caso único: Txomin. Sanmarcialero de pro, cada 30 de junio se levanta a las tres de la mañana para acudir a la Diana de Villarrobledo que la Banda de Música de Irun interpreta a las seis. Por aquello de dejarlo todo atado y por si acaso se tuerce la cosa y entran las prisas, la víspera, el día de San Pedro, antes de acostarse cumple un ritual: deja el café con leche ya preparado en el microondas, coloca la pasta de dientes en el cepillo y reserva cuatro pliegues de papel higiénico junto a la taza del váter. Genio y figura.

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