qUIENES no podemos acudir
con la frecuencia que quisiéramos a disfrutar de la alta montaña, nos
tenemos que conformar, sin desprecio alguno, con esas excursiones
mañaneras en las que, mientras andas, hablas y hablas hasta resolver los
problemas del mundo mundial. Caminata, pintxo, vinito... y si de paso
caen unos hongos, pues más contentos que unas castañuelas. Como no
visitamos los Pirineos, y no digo ya los Alpes, más que de ciento en
viento, webs, blogs, reportajes de televisión y revistas de
montaña son nuestra mejor vía de escape para matar el gusanillo. Pese a
que, como toda la prensa en general, las revistas de montaña también se
encuentran en declive, no de calidad sino de lectores y capital, hay en
nuestro entorno honrosas excepciones de publicaciones elaboradas de
manera casi artesanal y altruista. Por citar tres, Gure artean, Pyrenaica y Errimaia
cumplen esta función social desde hace muchísimos años. Esta última,
que acaba de cumplir su 50º aniversario y se edita cada seis meses por
el Club Vasco de Camping de Donostia, refleja como pocas la querencia
del montañismo vasco por viajar a los lugares más recónditos del
planeta. En cada número no falta un reportaje sobre una expedición
protagonizada por socios del club. De Mongolia a Noruega pasando por
Mozambique y Nepal, los viajes se suceden con profusión de textos y
fotos que invitan a coger el primer avión. Seguro que los buenos
contadores de historias de Errimaia recrearán en el próximo número el viaje truncado de Joxi, Iñaki, Andoni y Bernard. Sería un pequeño y bonito homenaje póstumo.
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