viernes, 1 de noviembre de 2013

Cromagnon

Hace una semana mantuve una amable conversación telefónica (sí, se puede hablar con educación aunque viendo algunas tertulias televisivas no lo parezca) con una lectora de este periódico que se quejaba de un titular, a su juicio, poco afortunado y con connotaciones machistas que habíamos publicado días atrás. La conversación derivó en un breve debate acerca del papel que debe desempeñar el hombre para que la igualdad de género sea efectiva, la responsabilidad de los periodistas a la hora de transmitir valores vinculados con la igualdad, etcétera. No sé si es políticamente correcto, pero a uno le chirrían los oídos cuando desde instituciones públicas y colectivos de mujeres se generaliza al abordar la labor de los hombres en la conciliación laboral y familiar. Solo hace falta darse una vuelta por el mundo real para comprobar que en los últimos años se ha avanzado sobre todo en dos aspectos: la corresponsabilidad en el cuidado y la atención de los hijos, y la conciliación de trabajo y familia. A veces parece como si no se hubiera progresado en los últimos 20, 30 o 40 años. Parece que los hombres llegamos a casa, nos sentamos en el sofá a ver la tele y, mientras nos fumamos un puro, esperamos a que nuestras mujeres bañen a los niños, planchen una montaña de ropa y preparen la cena. Cierto es que hay materias y actitudes por superar, algunas de ellas gravísimas y dramáticas como la violencia machista, pero el común de los varones no es el hombre de Cromagnon.

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