Hace una semana mantuve una
amable conversación telefónica (sí, se puede hablar con educación
aunque viendo algunas tertulias televisivas no lo parezca) con una
lectora de este periódico que se quejaba de un titular, a su juicio,
poco afortunado y con connotaciones machistas que habíamos publicado
días atrás. La conversación derivó en un breve debate acerca del papel
que debe desempeñar el hombre para que la igualdad de género sea
efectiva, la responsabilidad de los periodistas a la hora de transmitir
valores vinculados con la igualdad, etcétera. No sé si es políticamente
correcto, pero a uno le chirrían los oídos cuando desde instituciones
públicas y colectivos de mujeres se generaliza al abordar la labor de
los hombres en la conciliación laboral y familiar. Solo hace falta darse
una vuelta por el mundo real para comprobar que en los últimos años se
ha avanzado sobre todo en dos aspectos: la corresponsabilidad en el
cuidado y la atención de los hijos, y la conciliación de trabajo y
familia. A veces parece como si no se hubiera progresado en los últimos
20, 30 o 40 años. Parece que los hombres llegamos a casa, nos sentamos
en el sofá a ver la tele y, mientras nos fumamos un puro, esperamos a
que nuestras mujeres bañen a los niños, planchen una montaña de ropa y
preparen la cena. Cierto es que hay materias y actitudes por superar,
algunas de ellas gravísimas y dramáticas como la violencia machista,
pero el común de los varones no es el hombre de Cromagnon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario