Ganas tengo de ir a la estación de Atocha, en Madrid, para echar un meo.
Acaban de estrenar unos aseos de cagarse. Como en este texto no se
pueden incluir imágenes que ilustren lo que comento, mejor lean la
reseña que publica la web Decoesfera, dedicada a la decoración y el
interiorismo: "Lavabos bonitos y divertidos, ambientados con música,
con espacios para familias y una tienda con artículos de tocador (...).
Puertas sin huecos ni por abajo ni por arriba garantizan la privacidad y
tienen las paredes recubiertas de sorprendentes fotografías a modo de
tramantojos (...). Inodoros blancos, con cisternas empotradas y pulsador
de acero inoxidable. Dispensador de papel (mal rollo si no hubiera ídem, digo yo), un pequeño contenedor y una discreta escobilla limpiadora, también en acero inoxidable, anclada a la pared).
Ya digo que dan ganas de ir corriendo a Madrid, echar un pis y volver.
La empresa holandesa que promueve y gestiona los retretes debe ser muy
cachonda porque el otro día, en la inauguración, invitó al mismísimo
embajador en España del Reino de los Países Bajos, Cornelius van Rij,
no se sabe si para que los probara. Estos aseos neoliberales (antes
eran públicos y gratuitos, y ahora son privados y de pago) nos confirman
lo que todos nos temíamos: que al final pagaremos hasta por mear. En
este caso, cada uso (ya sea de aguas mayores o de menores) sale por 60
céntimos e incluye bonos descuento en compras en la tienda. Un negocio
que te cagas, como lo define con acierto la web Yorokobu.
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