Durante las últimas
semanas, cada vez que se ha asomado a la ventana ha visto pasar a
alguien corriendo. No huye de nada ni de nadie. No se preocupe. Está
entrenando. Y son las endorfinas. Aseguran los expertos en medicina
deportiva que cuando corremos se activa una función de las endorfinas
que estimulan nuestra sensación de placer. O sea, que aunque vayamos
apretando los dientes y con cara de sufrimiento perruno, en realidad la
estamos gozando. Que segregamos una sustancia que provoca que el
bienestar invada nuestro organismo. Es más. Según afirmaba recientemente
el periodista Gabriel Asenjo, correr incrementa los
niveles de serotonina (vinculada con el estado de bienestar), de
dopamina (relacionada con la estabilidad ecomocional y de motivación), y
de melatonina (aporta más energía y capacidad de trabajo). Si conocen a
algún aficionado a correr, sabrán también que alguna de sus mejores
ideas se le han ocurrido durante uno de sus entrenamientos, por aquello
de que se despeja la mente y se activa la creatividad. Y sabrán también
que un corredor que se entrena frecuentemente, cuando está parado por
una lesión es insoportable. Correr es un deporte barato (zapatillas al
margen), autónomo (no se necesita compañía ni formar equipo), más o
menos entretenido y basta con practicarlo durante media hora para sentir
unos efectos placenteros, relajantes. Razones de sobra para explicar
por qué este próximo domingo más de 28.000 personas unirán corriendo
Behobia y Donostia.
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