Aseguraba ayer
en esta sección el doctor Ricardo Jiménez, asesor médico de la
Federación Atlética Guipuzcoana, que la muerte de Arantza Ezquerro entra
dentro de "lo estadísticamente esperado". Desgraciadamente, los números
lo atestiguan. Varios estudios indican que uno de cada 100.000
participantes en una maratón (una prueba aún más exigente que la Behobia) fallece por muerte súbita.
Desde 1999, la carrera más popular de nuestro entorno
contabiliza más de 112.000 corredores inscritos. Tres participantes
(Asier Torrente en 2002, César Elorduy en 2010 y la ya citada Arantza
Ezquerro el pasado domingo) han perdido la vida desde que esta clásica
pedestre se recuperó felizmente en 1979. El hecho de que solo hayan
transcurrido tres ediciones entre las dos últimas muertes podría llevar a
pensar en algún tipo de negligencia, en que algo se está haciendo mal.
Y, sin embargo, sucede lo contrario. Está demostrado que una mayoría de
los participantes (no todos) llegan a la cita mejor preparados
físicamente que hace diez, 15 o 20 años, y también es palpable sobre el
terreno que la organización ha mejorado notablemente los servicios de
asistencia médica.
A veces, la mayor de las prevenciones no puede evitar una
fatalidad. Muertes como la de Arantza Ezquerro nos ponen sobre aviso
acerca de la conveniencia de realizar una prueba de esfuerzo, que quizás
no nos garantiza que sea infalible al 100% pero que está demostrado que
reduce los riesgos de sufrir cualquier dolencia. Un chequeo médico es
una medida preventiva más que recomendable y, desde luego, más
importante que escoger el modelo de zapatillas que queremos utilizar.
En ejercicios de fuerte intensidad, que nos llevan
prácticamente al agotamiento, exprimimos nuestro cuerpo. Lo sometemos a
una exigencia máxima, más si cabe en una prueba como la Behobia, caracterizada por una enfermedad llamada marquitis.
No importa si has llegado o si has disfrutado, importa el tiempo que
has invertido en cubrir los 20 kilómetros. Es tal la competitividad, que
hay quien no levanta la cabeza ni para saludar a la familia. Y, la
verdad, lo mismo da llegar a la meta en una hora y 15 minutos que en dos
horas y tres minutos. El caso es acabar la carrera con buenas
sensaciones y cumplir el sano placer de disfrutar corriendo. Una máxima
aplicable a la Behobia y a cualquier prueba por modesta que sea.
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