Les habrá sucedido en alguna ocasión. Conocen a alguien desde la distancia,
porque le han visto en la televisión, le han escuchado en la radio o
han leído todo lo que escribe, y resulta que cuando se encuentran con él
frente a frente, el tipo es un vinagres
de tomo y lomo, además de borde, antipático y con un ego que no le cabe
en el pecho. Con lo majo que parecía en la pequeña pantalla, piensan.
Y, viceversa, se topan con ese tipo seriote y seco, esa seta, y resulta que es dulce y encantador. Pongamos que hablamos de Juan Karlos Izagirre y Martin Garitano.
De puertas afuera, a ojos de quien les observa desde la distancia, el
alcalde de Donostia transmite la imagen de un hombre dicharachero, de
trato afable, conciliador. Jatorrismo en estado puro. Hasta cuando se
enfada en los plenos se parece a ese padre que riñe a su hijo porque ya
no le queda más remedio. El actor Aitor Gabilondo parodia
de manera magistral a Izagirre, de profesión médico, y natural y
residente de un barrio, hoy pueblo, que nunca (el médico) en su vida
hubiera imaginado que iba a gobernar una ciudad de 180.000 habitantes.
Garitano, insisto, siempre de puertas hacia afuera, ofrece una imagen
más adusta, más dura. Su voz rasgada no le ayuda. Tampoco algunas
decisiones, acertadas quizás en el fondo, pero equivocadas en las
formas. Garitano & Izagirre se diría que son el yin y el yang, dos caras de una misma moneda. Así que no se fíen de las apariencias, que a veces llaman a engaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario