Mira tú por dónde, el presidente del Barça, Alexandre Rosell Feliu,
no ha tenido que dimitir por las antaño clásicas pañoladas en el Camp
Nou tras la enésima decepción de la hinchada, sino por las reiteradas
denuncias de un socio empeñado en pedir cuentas al més que un club. Jordi Cases, un farmacéutico de Esparraguera, es la cara visible de la querella que investiga el juez Ruz en la Audiencia Nacional por las presuntas irregularidades en el fichaje de Neymar.
Digo la cara visible porque no resultaría extraño que detrás de esta
denuncia se encuentren algunos de los personajes del famoso entorno
de Can Barça. Pese a que el asunto no ha hecho más que arrancar,
vuelven a salir a la palestra las obscenas cantidades de dinero que se
mueven en el opaco mundo del fútbol, que para más inri está
inundado de deudas multimillonarias. De fondo, como de costumbre,
aparecen las escandalosas comisiones que se llevan los intermediarios,
sean profesionales de la representación o familiares del futbolista de
turno. El padre de Neymar, entre otras millonarias prebendas, se lleva
crudos nueve millones por dos partidos amistosos del Barça contra el
Santos (las tarifas del caso Noós son pecata minuta en
comparación) y 7,9 millones por tener preferencia en el posible fichaje
de tres jugadores del club brasileño. De locos. El jugador cobrará 54
millones en cinco años, con diferentes primas por objetivos y varias
cláusulas, una de ellas alucinante: percibe 2,5 millones por aceptar
jugar donde le diga el entrenador. Camufla que algo queda.
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