Iriondo, dos veces presidente de la federación vasca (de 1971 a 1976 y de 1986 a 2000), fue partícipe de todo cuando aconteció en el montañismo durante los últimos 60 años, ya fueran las primeras salidas a Pirineos y Picos de Europa, el impulso a los clubes, la modernización de las siempre engorrosas pero necesarias tareas administrativas, el apoyo a las expediciones que se aventuraban en los ochomiles, la potenciación de la escalada deportiva, la bienvenida a nuevas modalidades como las carreras de montaña, la puesta en marcha de refugios y un largo etcétera.
Trabajador infatigable, de joven practicó el fútbol en su Elgoibar natal, pero pronto le entró el veneno del montañismo. Sus primeros pasos llegaron de la mano del grupo EUP, que organizaba salidas por los montes de Euskal Herria en la posguerra. Iriondo, Pío Etura, Iñaki Konde y Joxe Larreategi, entre otros, crearon el embrión de lo que luego sería la asociación montañera Morkaiko de Elgoibar, que nació en 1956. Cómo no, Iriondo fue el primer presidente del club, que ya en su primer año organizó la primera salida al monte fuera de Euskal Herria con un guía de lujo: el eibartarra Juan San Martín, gran aficionado al montañismo, que años después ocupó, entre otros cargos, el de Ararteko.
El trato afable, la receptividad con la que acogía todo tipo de iniciativas y su incansable trabajo llamaron la atención de varios clubes de la costa de Gipuzkoa, que le propusieron como candidato a presidente de la federación vasca en la elecciones de 1971, las primeras "democráticas", como resaltó el propio Iriondo en una entrevista publicada por Noticias de Gipuzkoa en junio de 2010. Nada más asumir el cargo, Iriondo lideró la recuperación de la revista Pyrenaica y el nombramiento de un director técnico, un cargo fundamental para el buen funcionamiento de la federación, y celebró las bodas de oro de la institución en 1974. También impulsó la construcción del refugio de montaña en el circo de Piedrafita de Sallent de Gállego (en el Pirineo oscense), que costó 40 millones de pesetas. Antxon Bandrés, otro buque insignia de la federación, que murió en septiembre de 2011 tras sufrir un accidente en su caserío de Tolosa, sustituyó a Iriondo al término de sus cinco años en el cargo.
Una de tantas crisis en la federación provocó un vacío presidencial que llenó Iriondo, siempre dispuesto a echar una mano. El dirigente guipuzcoano abrió en 1986 su segunda etapa al frente de la federación, un curso de catorce años en el que, arropado por un buen equipo directivo, el montañismo vasco vivió el impulso del ochomilismo, la modernización de la administración, el auge del número de federados, la puesta en marcha de las marchas escolares, la potenciación de calendarios regulados de escalada y travesías, y su apertura a actividades de esquí en sus diferentes vertientes. También, a su pesar, Iriondo vivió de cerca las desgracias en forma de accidentes mortales que de cuando en cuando sufre el montañismo vasco. La labor al frente de la federación le valió numerosos reconocimientos de todo tipo de instituciones públicas y privadas (solía decir que su casa es un pequeño museo) y actualmente era asesor del presidente de la Federación Española de Montañismo, Joan Garrigós. De todos los homenajes, uno le marcó en especial: el que recibió en junio de 2010, organizado por el Ayuntamiento y el pueblo de Elgoibar. Desde entonces, una escultura con una placa recuerda a Iriondo en el barrio de Idotorbe (San Pedro).
El tributo tuvo una segunda parte hace unos meses, el 11 de mayo de 2013, cuando Morkaiko le homenajeó aprovechando el día del club. Viudo de Piedad Madariaga y padre de Idoia, sus funerales se celebrarán mañana en la parroquia de San Bartolomé de Elgoibar.
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