a riesgo de equivocarme,
doy por seguro que más de uno y más de dos atletas olímpicos
aprovecharán el escaparate que supone un podio en los Juegos de Sochi
para darse un buen morreo con alguno de sus compañeros de peldaño. Digo
yo que será en alguna competición por equipos, no sea que le plantes de
improviso un par de besos en la boca a tu rival de, un suponer,
Azerbaiyán. Qué mejor país para besarse labio a labio que Rusia. Besarse
en los morros es de lo más corriente y moliente en el país de Vladimir Putin en momentos de gran alegría. Es una práctica habitual que durante años hemos visto hacer a los políticos, desde Leonid Brézhnev hasta el simpaticón de Boris Yeltsin. En el Mundial de Atletismo de Moscú del verano pasado, dos atletas rusas, Ksenlya Ryzhova y Tatyana Firovase,
se besaron, no precisamente en las mejillas, en la ceremonia de entrega
de la medalla de oro del 4x400 y, a pesar de que se interpretó como una
reivindicación de los derechos de los homosexuales, pronto aclararon
que ambas están felizmente casadas (con hombres) y que el beso no era
más que el saludo nacional ruso. Así que desde aquí animo a los atletas,
en especial al abanderado español, Javier Fernández, a besar locamente en los labios a sus adversarios.
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