viernes, 7 de febrero de 2014

Nieve

a la orografía de este país, que nos permite bañarnos en la playa y subir un pico de 1.500 metros en un escaso intervalo de horas, para ser perfecta solo le falta un par de montes de más de 3.000 metros y una estación de esquí. Seríamos la envidia del mundo mundial. Somos un pueblo al que le encanta la nieve sin tenerla. Cada vez que La Concha amanece con un manto blanco, ponemos cara de felicidad, nos echamos a la calle, los periódicos nos liamos la manta publicando páginas y páginas, y las autoridades se abroncan porque el temporal les pilla con los quitanieves en el garaje. La nieve es un fenómeno, no paranormal, pero sí excepcional. No es que nieve a gusto de todos, es que es raro que nieve en zonas que no sean las cotas más altas. El récord de precipitaciones está en febrero de 2005, cuando nevó en Gipuzkoa durante diez días seguidos. Pero si Suiza competía en la Copa América de vela sin tener mar, nosotros somos los amos de la barraca en la nieve sin tener nieve. Tres guipuzcoanos compiten desde hoy en los JJOO de Sochi y un cuarto lo hará en los Paralímpicos. La cifra (es la mayor representación de la historia) habla, no solo de nuestra atracción por los deportes de invierno, sino sobre todo de que hemos hecho de la cultura del deporte una de nuestras señas de identidad. Nos gusta ver deporte, pero sobre todo nos gusta practicarlo. Pocos territorios como este (con una población que supera por poco los 700.000 habitantes) tienen tanta representación colectiva e individual en deporte de elite, y aporta tantísimos participantes a las competiciones de aficionados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario