parafraseando esa manida
sentencia que dice que la política es demasiado importante como para
dejársela a los políticos, Donostia 2016 es demasiado importante como
para dejarla en manos de los políticos. El desbarajuste que vive el
proyecto de capitalidad europea de la cultura no se explica sin el papel
que han jugado las cuatro
grandes familias políticas que tienen voz y mando en este país. Antes o
ahora, mayores o menores, todos han tenido responsabilidades en una
iniciativa que, pese a los esfuerzos del equipo
de trabajo de la Fundación, sigue sin ser entendida por buena parte de
la ciudadanía. De puertas afuera, al margen del festival Olatu Talka de
cada primavera, se diría que del antiguo edificio de Bomberos solo
trascienden los incendios. Están tan acostumbrados los partidos a
disponer de su cuota correspondiente en la institución o proyecto que
sea, que no lo disimulan. Hoy coloco a mi persona de confianza en tal
puesto, mañana doy largas a la concesión de una partida presupuestaria
para Donostia 2016 porque me sale de los bemoles y pasado mañana monto
una rueda de prensa para
denunciar que no me gusta el programa artístico. Las injerencias
políticas son uno de los males (hay más) que han contaminado un proyecto
en el que todos deberían hacer causa común.
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