viernes, 23 de mayo de 2014

Pájaros espinos

Del rosario de anacronismos que arrastra la Iglesia católica desde los siglos de los siglos, el celibato obligatorio figura en los altares como una de sus tareas pendientes de revisión. La carta que han enviado al Papa 26 mujeres que viven, han vivido o desearían vivir una relación con un sacerdote ha vuelto a poner de actualidad un asunto del que no oirán hablar a la jerarquía eclesiástica, más preocupada de opinar sobre asuntos en los que haría mejor si se tapara la boca. El caso es que pájaros espinos ha habido desde que el mundo es mundo. Decenas de curas han tenido el corazón dividido entre el amor a Dios y el amor terrenal, de carne y hueso. Según las estadísticas (que las hay también en este campo), desde los años 70 unos 100.000 sacerdotes han dejado los hábitos para mantener una relación (marital o no) y cada año el Vaticano concede unas 700 dispensas para vivir un amor pleno con una mujer o, digo yo, con un hombre. Hace unos días, el periodista Juan Arias apuntaba en un excelente artículo en El País que la prohibición de casarse data del Concilio de Trento (1545-1563) y recordaba que "Pedro, el primer Papa de Roma" estuvo casado y nadie ha demostrado que no lo estuviera Jesús. El problema es que a la jerarquía de la Iglesia hace tiempo que se le paró el reloj.

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