El 4 de abril de 1995, un exjefe de Deportes me mandó cubrir una conferencia de Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol, en la Universidad de Deusto, en Bilbao. Algo que debía ser rutinario se convirtió en un marroncete. El bueno de Villar no tiene precisamente facilidad de palabra, así que martilleó al auditorio con un tostonazo de charla en la que iba leyendo uno a uno el montón de folios que llevaba escritos desde casa. Cuando te envían a un acto de este tipo, lo peor es regresar luego a la redacción y comprobar que no tienes un titular que resuma semejante truño. Salí del apuro con una frase de Villar que venía a decir que algún día la selección española (por entonces la campeona moral de todo) ganaría un Mundial. Como adivino, no tiene precio. España ganó la Copa del Mundo 15 años después. Villar lleva camino de batir el récord de permanencia en el cargo del Borbón campechano. 28 añitos ya al frente de la Federación. Y de pasta no anda mal. Maneja un presupuesto de 150 millones de euros y ha acordado con los jugadores de la selección que les gratificará con 720.000 euros por barba si conquistan otra vez el Mundial. Es un 20% más que la recompensa que recibieron por ganar en Sudáfrica. Una subida del IPC proporcional al momento que vive el país.
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