jueves, 3 de julio de 2014

'Hacer un Endika'

Superados los 40, e incluso los 30 años, cuando sale uno de fiesta, tan importante como pasarlo bien es decidir cuándo vuelves a casa. Una retirada a tiempo es una victoria, reza el dicho que marca el antes y después de una farrilla. Si no te retiras a tiempo, corres el riesgo de sufrir una resaca de esas en las que tu lengua es una bola de polvorones, el cuerpo no se coordina con la cabeza, te vence la somnolencia y pides coca-colas a gritos. Si te marchas a tiempo, rebajas los padecimientos que se sufren después de un día de jarana. Marcharte en plena juerga está mal visto, así que hay que tirar de estrategias. La más socorrida es despistar a la cuadrilla entre poteo de un bar a otro, y tomar las de Villadiego. El caso es buscar una excusa y (muy importante) no ser el encargado de llevar el bote. Siempre habrá alguien que te recordará que ese será el último trago, la chopera, la espuela, que no te vayas, que esta y ni una más. Hay tretas varias para escabullirse y luego está lo que en la cuadrilla acabamos de bautizar como hacer un Endika. Consiste en largarte a casa con el mayor de los sigilos, sin levantar sospechas. Estás sentado de madrugada después de una recena en la sociedad, te levantas como quien va al baño y te piras sin hacer ruido. Al cabo de diez minutos, ya no hay rastro de ti. Mandas desde casa un WhatsApp al grupo y si te he visto no me acuerdo.

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