Sea verano o
invierno, con lluvia o sin ella, con sol o sin él, con viento, con
nieve... todos los días se encuentra en el mismo lugar. Mañana, tarde y
noche. Los lunes, los martes, los sábados, los domingos, los festivos...
Habitualmente viste ropa ceñida, porta un bolso, escucha música con
auriculares y masca chicle sin parar. Horas y horas de pie, a veces
sentada en la acera, bajo el puente de la AP-8. Y siempre con la mirada
perdida. Como si resultara invisible para quienes la vemos todos los
días al ir y al volver del trabajo. De cuando en cuando, alguien se
acerca con su coche, baja la ventanilla del copiloto y charlan. Con más
frecuencia, justo enfrente de ella, al otro lado de la carretera, la
Policía Nacional, la Guardia Civil y la Ertzaintza montan y desmontan
controles. Como en la zona apenas transitan peatones y abunda el tráfico
de coches y camiones, su presencia salta a la vista de todos. Más de
una vez me he preguntado quién es, de qué país procede y por qué se ve
obligada a hacerlo. Estás acostumbrado a ver en la televisión reportajes
sobre la Casa de Campo, las Ramblas y demás, pero en este territorio en
el que de puertas afuera se dice que es una profesión inexistente,
resulta triste comprobar que se trata de una diaria y cruda realidad.
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