El guipuzcoano Aitor Aburuza recorre las dos vertientes de los Pirineos de punta a punta en 48 días
Un rosario de montañeros afronta cada año, sobre todo en verano, el reto de atravesar la cadena de los Pirineos. Opciones hay tantas como planes y el número de días de vacaciones. Hay quien se decanta por recorrer un tramo parcial en una semana o quince días, quien (los menos) completa la ruta de punta a punta, ya sea del Cantábrico al Mediterráneo o viceversa, y luego está Aitor Aburuza. El montañero de Oiartzun realizó entre finales de julio y primeros de septiembre una travesía poco usual: recorrer los Pirineos desde Oiartzun a Banyuls sur mer, en aguas del Mediterráneo, y vuelta. La ida por el sendero del GR 10 francés y el regreso por el GR 11 español. En total, 58 días de caminata para totalizar unos 1.600 kilómetros.
Un rosario de montañeros afronta cada año, sobre todo en verano, el reto de atravesar la cadena de los Pirineos. Opciones hay tantas como planes y el número de días de vacaciones. Hay quien se decanta por recorrer un tramo parcial en una semana o quince días, quien (los menos) completa la ruta de punta a punta, ya sea del Cantábrico al Mediterráneo o viceversa, y luego está Aitor Aburuza. El montañero de Oiartzun realizó entre finales de julio y primeros de septiembre una travesía poco usual: recorrer los Pirineos desde Oiartzun a Banyuls sur mer, en aguas del Mediterráneo, y vuelta. La ida por el sendero del GR 10 francés y el regreso por el GR 11 español. En total, 58 días de caminata para totalizar unos 1.600 kilómetros.
Aburuza, de 42 años, partió de su casa de Oiartzun el 23 de
julio, todavía con la resaca a cuestas de una noche de fiesta en las madalenas de
Errenteria. Como el cuerpo no estaba aquel día para grandes trotes,
caminó hasta Lesaka para al día siguiente pasar la muga y enlazar con la
GR 10 en Sara. Descartó salir desde el faro de Higuer, en Hondarribia,
como manda la tradición, porque ese primer tramo de la senda pirenaica
lo ha completado ya varias veces y, además, transcurre durante un gran
trecho por asfalto.
mal tiempo en la primera parte Una
vez situado en la GR 10, fue consumiendo etapas por la vertiente
francesa de los Pirineos, muchos días con mal tiempo, luego ya con
mejores condiciones climatológicas y siempre con largas jornadas
gastando las botas de monte. Seguir la senda es relativamente sencillo:
solo hay que guiarse por las marcas rojas y blancas y las indicaciones
de los carteles. Aburuza llevó mapas detallados de cada tramo pero no
usó ni GPS ni brújula. “La brújula se me olvidó en casa y el GPS no me
gusta. Me guío por el ahívaese. Ahí va ese y le sigo”, dice entre carcajadas.
Durante el mes y medio largo que duró su reto, este trabajador
de CAF en la planta que la compañía tiene en Irun siguió una rutina
espartana. Madrugaba (casi siempre empezaba la ruta a las seis y media
de la mañana), caminaba como mínimo ocho horas y al atardecer hacía
parada y fonda siempre a cubierto: si no cenaba, dormía y desayunaba en
un refugio, lo hacía en una casa rural. No durmió ni un solo día a la
intemperie. Era una obligación que se impuso para llevar a buen puerto
una ruta con la que disfrutó como pocas veces. Como obligado era también
ponerse en cada refugio la camiseta de Brasil que le regalaron como
recuerdo del tiempo que pasó trabajando con CAF en el país sudamericano.
“La he gozado. La montaña te activa fisicamente, ves que el
cuerpo va bien y disfrutas. La altura te pone como una moto. Ahora me
pones un repecho de escándalo y lo subo fácil. Sufrí con las rodillas,
pero muscularmente acabé bien”, explica. Al contrario de lo que se
pudiera pensar, Aburuza fue a más conforme consumió etapas, a pesar de
que los tramos por la ruta francesa presentan más desnivel y son más
zigzagueantes que los de la vertiente española: “En Francia bajabas de
2.200 a 500 metros en una misma etapa, y luego volvías a subir a 1.800
metros. La GR 11, por contra, es como una ola de mar”.
Ese trazado de dientes de sierra que atraviesa los
departamentos galos evidencia que tardara 28 días en enlazar Oiartzun
con Banyuls sur mer, localidad francesa que se baña en el Mediterráneo
y, sin embargo, recorriera la GR 11 de este a oeste hasta Oiartzun en
apenas 20 días.
La diferencia se explica por la dureza del tramo francés, la
forma física que fue adquiriendo y el peso que fue perdiendo. Salió de
casa con 94 kilos y llegó con 82, una cura de adelgazamiento para
un aficionado a la montaña que se plantea retos de este tipo para huir
del sedentarismo. “Si me quedo en casa cojo 150 kilos. Soy capaz de
estar un mes de la nevera al sofá, y del sofá a la nevera. O reviento la
tele, o escapo de casa”, afirma Aburuza, que recomienda el monte para
“amueblar la cabeza”.
deficiente señalización Paso
a paso, el oiartzuarra se plantó el 19 de agosto en la playa de Banyuls
(no se llegó a bañar), y al día siguiente emprendió el camino de
regreso por la GR 11, que ya había recorrido de un tirón hace dos años
partiendo desde el Cap de Creus y llegando a Hondarribia. Si entonces lo
hizo en 25 días, esta vez lo completó en 20 jornadas, a un ritmo
tremendo. Donde un montañero hacía una etapa, el realizaba dos, sin
perderse, a pesar de que las indicaciones en la vertiente española dejan
mucho que desear, sobre todo en algún tramo de Aragón.
Durante su solitario peregrinaje pirenaico Aburuza cargó en la
mochila anécdotas a montones, sobre todo en las tardes-noches que
pasaba en los lugares en los que se alojaba. “Me gusta andar solo, pero
cuando llegaba a los refugios lo pasaba bien”, recuerda. Tanto que en
una de sus paradas entabló conversación con tres montañeros de Toulouse
y, para su sorpresa, acabaron jugando al mus... en euskera. Los tipos
acostumbraban a hacerlo así desde que uno de ellos aprendió el “euki” y
el “bost gehiago” con un amigo de Baiona.
Como de una expedición surge otra, Aitor Aburuza ya le está
dando vueltas a la posibilidad de enfrascarse en otra larga caminata.
Descartado el Camino de Santiago, que hizo hace años en 19 días y del
que no guarda un buen recuerdo (“demasiado asfalto”), de momento
aprovecha su buen estado de forma para pegarse buenas pechadas cerca de
casa. La última, ir desde Oiartzun al santuario de Arantzazu de un
tirón: 85 kilómetros en 19 horas.
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