domingo, 19 de octubre de 2014

De Oiartzun al Mediterráneo (y vuelta)

 El guipuzcoano Aitor Aburuza recorre las dos vertientes de los Pirineos de punta a punta en 48 días


Un rosario de montañeros afronta cada año, sobre todo en verano, el reto de atravesar la cadena de los Pirineos. Opciones hay tantas como planes y el número de días de vacaciones. Hay quien se decanta por recorrer un tramo parcial en una semana o quince días, quien (los menos) completa la ruta de punta a punta, ya sea del Cantábrico al Mediterráneo o viceversa, y luego está Aitor Aburuza. El montañero de Oiartzun realizó entre finales de julio y primeros de septiembre una travesía poco usual: recorrer los Pirineos desde Oiartzun a Banyuls sur mer, en aguas del Mediterráneo, y vuelta. La ida por el sendero del GR 10 francés y el regreso por el GR 11 español. En total, 58 días de caminata para totalizar unos 1.600 kilómetros.
Aburuza, de 42 años, partió de su casa de Oiartzun el 23 de julio, todavía con la resaca a cuestas de una noche de fiesta en las madalenas de Errenteria. Como el cuerpo no estaba aquel día para grandes trotes, caminó hasta Lesaka para al día siguiente pasar la muga y enlazar con la GR 10 en Sara. Descartó salir desde el faro de Higuer, en Hondarribia, como manda la tradición, porque ese primer tramo de la senda pirenaica lo ha completado ya varias veces y, además, transcurre durante un gran trecho por asfalto.
mal tiempo en la primera parte Una vez situado en la GR 10, fue consumiendo etapas por la vertiente francesa de los Pirineos, muchos días con mal tiempo, luego ya con mejores condiciones climatológicas y siempre con largas jornadas gastando las botas de monte. Seguir la senda es relativamente sencillo: solo hay que guiarse por las marcas rojas y blancas y las indicaciones de los carteles. Aburuza llevó mapas detallados de cada tramo pero no usó ni GPS ni brújula. “La brújula se me olvidó en casa y el GPS no me gusta. Me guío por el ahívaese. Ahí va ese y le sigo”, dice entre carcajadas.
Durante el mes y medio largo que duró su reto, este trabajador de CAF en la planta que la compañía tiene en Irun siguió una rutina espartana. Madrugaba (casi siempre empezaba la ruta a las seis y media de la mañana), caminaba como mínimo ocho horas y al atardecer hacía parada y fonda siempre a cubierto: si no cenaba, dormía y desayunaba en un refugio, lo hacía en una casa rural. No durmió ni un solo día a la intemperie. Era una obligación que se impuso para llevar a buen puerto una ruta con la que disfrutó como pocas veces. Como obligado era también ponerse en cada refugio la camiseta de Brasil que le regalaron como recuerdo del tiempo que pasó trabajando con CAF en el país sudamericano.
“La he gozado. La montaña te activa fisicamente, ves que el cuerpo va bien y disfrutas. La altura te pone como una moto. Ahora me pones un repecho de escándalo y lo subo fácil. Sufrí con las rodillas, pero muscularmente acabé bien”, explica. Al contrario de lo que se pudiera pensar, Aburuza fue a más conforme consumió etapas, a pesar de que los tramos por la ruta francesa presentan más desnivel y son más zigzagueantes que los de la vertiente española: “En Francia bajabas de 2.200 a 500 metros en una misma etapa, y luego volvías a subir a 1.800 metros. La GR 11, por contra, es como una ola de mar”.
Ese trazado de dientes de sierra que atraviesa los departamentos galos evidencia que tardara 28 días en enlazar Oiartzun con Banyuls sur mer, localidad francesa que se baña en el Mediterráneo y, sin embargo, recorriera la GR 11 de este a oeste hasta Oiartzun en apenas 20 días.
La diferencia se explica por la dureza del tramo francés, la forma física que fue adquiriendo y el peso que fue perdiendo. Salió de casa con 94 kilos y llegó con 82, una cura de adelgazamiento para un aficionado a la montaña que se plantea retos de este tipo para huir del sedentarismo. “Si me quedo en casa cojo 150 kilos. Soy capaz de estar un mes de la nevera al sofá, y del sofá a la nevera. O reviento la tele, o escapo de casa”, afirma Aburuza, que recomienda el monte para “amueblar la cabeza”.
deficiente señalización Paso a paso, el oiartzuarra se plantó el 19 de agosto en la playa de Banyuls (no se llegó a bañar), y al día siguiente emprendió el camino de regreso por la GR 11, que ya había recorrido de un tirón hace dos años partiendo desde el Cap de Creus y llegando a Hondarribia. Si entonces lo hizo en 25 días, esta vez lo completó en 20 jornadas, a un ritmo tremendo. Donde un montañero hacía una etapa, el realizaba dos, sin perderse, a pesar de que las indicaciones en la vertiente española dejan mucho que desear, sobre todo en algún tramo de Aragón.
Durante su solitario peregrinaje pirenaico Aburuza cargó en la mochila anécdotas a montones, sobre todo en las tardes-noches que pasaba en los lugares en los que se alojaba. “Me gusta andar solo, pero cuando llegaba a los refugios lo pasaba bien”, recuerda. Tanto que en una de sus paradas entabló conversación con tres montañeros de Toulouse y, para su sorpresa, acabaron jugando al mus... en euskera. Los tipos acostumbraban a hacerlo así desde que uno de ellos aprendió el “euki” y el “bost gehiago” con un amigo de Baiona.
Como de una expedición surge otra, Aitor Aburuza ya le está dando vueltas a la posibilidad de enfrascarse en otra larga caminata. Descartado el Camino de Santiago, que hizo hace años en 19 días y del que no guarda un buen recuerdo (“demasiado asfalto”), de momento aprovecha su buen estado de forma para pegarse buenas pechadas cerca de casa. La última, ir desde Oiartzun al santuario de Arantzazu de un tirón: 85 kilómetros en 19 horas.

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