En los últimos meses me ha sucedido dos veces. Llegas al hotel, la recepcionista te hace el registro previa petición del DNI (lo que toda la vida se ha llamado check in) y, cuando ya te ha entregado la llave de la habitación, te da un mando a distancia de televisión y te suelta: “Cuando deje el hotel, por favor, devuélvalo”. Tú le miras a sus ojitos y le contestas: “No se preocupe, soy de fiar”. Trincar mandos a distancia de los hoteles debe ser la última moda. Hemos pasado de llevarnos los albornoces en la maleta a mangar mandos a distancia. Y no solo en los hoteles, deduzco que también en los hospitales. La semana pasada acudí varias veces al hospital del Bidasoa, y observé que los mandos de la televisión están anclados a la pared mediante un cable. Si te llevas el mando, te llevas también el cable, el dispositivo del que cuelga y, si me apuras, hasta la pared y el enfermo. Y no solo sucede en la habitación. En la sala de espera el mando también está amarrado a la pared. Que digo yo que para qué quieres rapiñar mandos a distancia. Si es para coleccionar, llévate bacinillas, que son más prácticas. O ya puestos, te llevas la mismísima cama de la habitación del hospital, que también tiene mando a distancia incorporado y no veas qué juguete: es una montaña rusa.
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