lunes, 10 de noviembre de 2014

Correr nunca es de cobardes

24 reflexiones para explicar por qué 'La Behobia’ se ha convertido en un fenómeno deportivo y social que atrapa a corredores y público.


acostumbrados a contar historias de terceros, los periodistas apenas usamos la primera persona del singular, salvo que seamos partícipes de un hecho poco común. Tampoco utilizamos el plural mayestático que tanto y tan bien empleaba Indurain. Lo de hablar de uno mismo queda feo. Por una vez tiraremos de egocentrismo sano y deportivo para exponer 24 reflexiones (tantas como participaciones lleva un servidor) sobre la Behobia, convertida en los últimos tiempos en un fenómeno social. Ahí van.

1. La primera vez. Guardo pocos recuerdos del estreno, allá por 1990. La hice con un amigo que iba sobrado y que escuchaba la carrera con unos auriculares. A la altura de los toboganes de Lezo me informó de que el primer corredor ya había cruzado la meta. Supongo que sufrí para llegar a la calle Ijentea (el Boulevard aún no se había reformado) porque en esta carrera (casi) siempre se sufre.

2. ¿Por qué se repite? ¿Por qué el 19 de enero cena en la misma sociedad y con los mismos amigos? ¿Por qué acude los domingos de septiembre al Ernio? ¿Por qué sube cada 1 de enero al Adarra? ¿Por qué no perdona la cena con la cuadrilla cada tercer viernes de mes? Porque le gusta y es un ritual. Pues lo mismo sucede con la Behobia.

3. Solo o en compañía. Correr es una actividad que mayoritariamente se practica en solitario. Correr en grupo es bonito y divertido hasta que se desatan los inevitables piques. Basta que un compañero pegue un acelerón para que te saque de ritmo y se rompa la paz. Si se hace la Behobia en pareja, trío o grupo, siempre hay uno que va mejor, y otro peor, lo que no quiere decir que no se empiece y se acabe juntos.

4. El ritual del coche. Hay una costumbre que se ha convertido ya en manía. Días antes de la carrera, en lugar de desplazarme a Donostia por la autopista, viajo desde Behobia por las carreteras por las que discurre la prueba. Como para comprobar que todo está en orden y que no surjan imprevistos cuando pases días después gastando la suelas de las zapatillas.

5. Los clásicos. Todos los años están en el mismo punto a la misma hora. Son los fieles a la Behobia. Público que ve la carrera siempre desde el mismo sitio. Los hay anónimos (la inmensa mayoría), y otros que se hacen notar: el Pirata de los toboganes, los familiares de presos entre Lezo y el puerto, los txistularis en Trintxerpe...

6. Las novedades. Casi todos los años la carrera presenta algún aliciente. En esta edición cambia el recorrido, hace unos años fue la salida por grupos de colores en función del tiempo que se acreditara y hace tiempo fue la incorporación del chip. Cómo no recordar aquel trofeo que medía a los clubes de vremo o aquella otra edición en la que la meta se instaló en la calle República Argentina por obras en el Boulevard.

7. La post-carrera. Lo importante no es llegar... sino la comilona posterior a la prueba. La celebración tras las carrera es una tradición más del segundo domingo de noviembre. Un tercer tiempo de comida o pintxos con la familia o los amigos en el que poco importa el cansancio. En los últimos años, hay quien riega la sobremesa con unos gin-tonic. Alcohol, con moderación, y deporte no suelen casar mal.

8. Más competitiva, menos carnavalesca. Con el paso de los años, la Behobia ha perdido buena parte de su carácter carnavalero. La presencia de decenas de participantes (la mayoría franceses) que corren disfrazados ya no es la que era, aunque todavía se dejan ver el preso, el tipo que va fumando un enorme canuto, los novios, etc. En paralelo, ha crecido la competitividad, con cientos de corredores que buscan superar su mejor marca.

9. Más internacional, igual o más francesa. Que la prueba es cada vez más internacional salta a la vista cuando se ven los datos sobre la procedencia de los corredores. Hasta hace nada la presencia extranjera la aportaba el pelotón de atletas franceses, pero cada vez se hablan más idiomas... y eso sin apenas publicitarse por Europa.

10. Detractores y entusiastas. O te encanta o la aborreces. Muchas veces esta carrera no tiene término medio. Más de un corredor popular jura que no la correrá en su vida, ya sea porque cree que está masificada o porque la inscripción es cara (eterna polémica, 40 euros este año). En el polo opuesto, hay quien repite año tras año y sigue enganchado porque no hay otra igual.

11. Agua, lluvia, sol. Menos nieve, servidor ha conocido todo tipo de condiciones climatológicas. Temperaturas muy bajas, el odioso viento sur e incluso una ciclogénesis explosiva. El tiempo, malo o bueno, no suele ser, sin embargo una excusa. Correr es una actividad que se puede realizar, con prudencia, hasta en las situaciones más extremas. Es más, un poquito de lluvia y una temperatura fresca suelen ser ideales.

12. El boca a boca. El Fortuna nunca ha tenido que hacer una campaña de marketing para completar las inscripciones. El éxito de la Behobia se ha transmitido por el boca a boca, por la experiencia que vives y que transmites a tu entorno. Todos tenemos a nuestro alrededor alguien que ha participado. Es como la tía monja que tiene todo vasco, pero en versión deportiva.

13. Este año contigo. Es un clásico que tú, que has corrido nosecuantas veces, animes a un amigo, a un compañero de trabajo, a tu cuñada o a tu sobrino a correr juntos. Si está habituado a practicar deporte, no hay problema. Si va a pasar de fumar un paquete diario y estar tumbado en el sofá a correr 20 kilómetros, la empresa tiene su aquel. Si la supera con éxito, solo quedarán dos opciones: o no vuelve a correr la Behobia en su vida o se engancha para siempre a hacer deporte y repite. Correr nunca es de cobardes.

14. La elite. Se llevan los titulares de la prensa, pero pasan desapercibidos incluso para los corredores. La organización no paga fijos a los atletas de elite, por lo que ganar la Behobia es más una cuestión de prurito personal y de dar más lustre al palmarés, que un asunto económico. Con excepciones, rara vez verán correr a kenianos y etíopes. Eso sí, el ganador obtiene un premio que a veces es más importante que el dinero: el reconocimiento público. Que se lo digan a Chema Martínez, Alberto Juzdado o el recordado Diego García.

15. Más solidaria. Al estilo de las grandes carreras mundiales, el Fortuna ha asociado la prueba con varias ONG. Primero de forma tímida y ahora ya a plena máquina. Todos los años parte del dinero que se recauda se destina a colectivos que trabajan en cometidos varios por el planeta. Este año, por ejemplo, la organización colabora con la Fundación Illundain Haritz Berri, con la Asociación de Esclerosis Múltiple de Gipuzkoa, con la Fundación Dravet, la Fundación Vicente Ferrer, Aranzadi y la carrera Ak’ Wank que se celebra en Guatemala. La Behobia es una inmejorable plataforma en favor de diferentes causas solidarias.

16. Los tiempos. No se sabe en qué momento esta competición pasó a convertirse en la carrera de los tiempos. Nadie te pregunta qué registro haces en el Cross de las Tres Playas, pero hasta el quiosquero de la esquina te preguntará tu tiempo (con minutos y segundos) en el Boulevard. Tanto corres, tanto vales. Ecuación equivocada porque, como tantas veces, lo importante es participar... y, si es posible, llegar.

17. Sin reloj. Un corredor que lleva corriendo más de 20 años es capaz de saber, segundo arriba, segundo abajo, el ritmo al que marcha. Diría sin exagerar que se puede hacer la Behobia sin reloj y saber casi de forma exacta el tiempo que se va a tardar. Servidor lo ha hecho varios años. Mis únicas referencias eran los relojes publicitarios que me iba encontrado al paso por las poblaciones.

18. La salida. En los últimos años, la salida se ha convertido en un espectáculo en sí mismo. Una discoteca gigante por la que van desfilando en grupos más de 25.000 personas a ritmo de canciones pegadizas mientras desde una pantalla gigante un contador va restando segundos... 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 .... Las gentes de Gaztea, con Joseina Etxeberria y Mikel Apaolaza a la cabeza, calientan al respetable hasta ponerle como una moto.

19. Los achaques de última hora. Que si estoy resfriado, que si tengo un tironcito que me tiene a mal traer, que si los isquios, que si voy a tomar esta pastilla porque la espalda me cruje... En la última semana de preparación de la carrera brotan lesiones o minilesiones como hongos. No preocuparse. La mayor de las veces son solo nervios.

20. El aliciente del nuevo recorrido. Adivinen cuál será la pregunta más socorrida de los periodistas en la meta. ¿Qué te ha parecido el nuevo recorrido? Todos las referencias que tienes después de un par de docenas de participaciones han desaparecido de un plumazo. El cambio del trazado es tan sustancial que, salvo que se haya entrenado por el nuevo recorrido, resulta complicado saber si es más o menos duro que el anterior. Será cuestión de comprobarlo sobre el terreno.

21. Pesados con el monotema. Si usted convive con alguien que disputa la prueba, a estas alturas ya habrá comprobado que durante el último mes no habla de otra cosa. Solo hay ese tema de conversación. Que si el kilómetro me sale a 4:40, que si a ver cómo paso la cuesta de Capuchinos, que me duele el dedo meñique del pie izquierdo, que recuérdame que no se me olvide la brida para atar el chip... Pesadetes.

22. Los voluntarios. En la Behobia y en cualquier prueba popular que se precie son fundamentales. Sin ellos, sin su labor altruista, no hay carrera posible. Ayudan y animan con un entusiasmo envidiable. Afortunadamente, en Gipuzkoa abundan y facilitan sobremanera las mil tareas que deben atender los organizadores.

23. El público. No es un cumplido decir que en pocos lugares sale tanto público a aplaudir y vitorear, no solo a ver. Vayan a pruebas en otros territorios y comprobarán que no siempre es así. La Behobia reúne a miles de espectadores, pero lo cierto es que en numerosas pruebas que se disputan en Gipuzkoa la presencia de público siempre llama la atención para bien. Y donde digo atletismo, digo ciclismo.
 
24. La logística. Salir de un lugar y llegar a otro suele complicar la logística de una carrera. Lo saben bien los organizadores... y los corredores. Y aquí también muchos tiramos también de tradición. Todos los años me lleva a la salida de Behobia y me recoge en la meta de Donostia la misma persona. Diría hasta que aparca siempre en el mismo parking subterráneo. Este año tampoco faltará a la cita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario