viernes, 28 de noviembre de 2014

Mikel Zabalza

Lo recuerdo como si fuera hoy. Volvíamos de jugar un partido de fútbol y, al aparcar el coche, el parte radiofónico (hoy boleto) anunció más o menos lo que sigue: “Un miembro de ETA desaparece tras escapar de la Guardia Civil en Endarlaza”. Que fuéramos unos renacuajos no quitaba que no prestáramos atención a noticias como la que acabábamos de escuchar o que fuéramos ajenos al macabro carrusel de atentados de ETA de aquellos años de plomo. Pero algo olía a podrido en aquel titular. Entonces, como ahora, se fabricó una versión oficial que no casaba con la impresión que tenía la opinión pública. Las explicaciones del Ministerio del Interior y de la prensa afín (cómo no recordar el infame reportaje que emitió Informe Semanal) resultaban inverosímiles, más aún para alguien, como nosotros, que conocíamos la zona. ¿Escapar de la Guardia Civil por un agujero de uno de los túneles de Endarlaza, tirarte al Bidasoa, nadar y ascender una de las escarpadas laderas de roca que bordean el río? En fin. Rocambolesco. Ni era miembro de ETA, ni escapó de los guardias, ni murió ahogado. Para buena parte de la ciudadanía fue evidente que en Intxaurrondo se les fue la mano. 29 años después, la muerte de Mikel Zabalza sigue impune y sus familiares ni siquiera están reconocidos como víctimas de la violencia.

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