Con cierta frecuencia los teletipos sueltan perlas acerca de sesudos estudios que publican las universidades y que llegan a conclusiones tipo: Las parejas que ven pelis románticas no se divorcian, los hombres calvos son más poderosos o los zurdos tienen coeficientes intelectuales más altos.
Aguardo con impaciencia a que algún investigador indague sobre un
fenómeno que se registra por estas fechas. Por qué miles de personas
guardan cola durante horas para conseguir el calendario municipal
(gratuito) de turno. O, si abrimos el campo, por qué hay seres humanos
con una afición innata a hacer cola sin rechistar. Exceptuando colas que
nunca nos gustaría engrosar (léase el paro), diría que en algunas otras
como las que se montan para conseguir entradas para un partido de
fútbol o un concierto hay un punto friki que salta a la vista. Si hay
una distinción para la ciudad con más colas, Madrid es seria candidata
al título. Hay colas para entrar a los museos, sea el del Pardo o el
Naval, hay colas para acceder a las atracciones infantiles, colas para
ver un belén en el Palacio Real, para la lotería de Doña Manolita, para
entrar a un local para tomar un chocolate con porras y hasta colas para
comer un bocata de calamares. En las autopistas de pago, eso sí, no hay
colas. Son un páramo de coches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario