viernes, 2 de enero de 2015

Colas

Con cierta frecuencia los teletipos sueltan perlas acerca de sesudos estudios que publican las universidades y que llegan a conclusiones tipo: Las parejas que ven pelis románticas no se divorcian, los hombres calvos son más poderosos o los zurdos tienen coeficientes intelectuales más altos. Aguardo con impaciencia a que algún investigador indague sobre un fenómeno que se registra por estas fechas. Por qué miles de personas guardan cola durante horas para conseguir el calendario municipal (gratuito) de turno. O, si abrimos el campo, por qué hay seres humanos con una afición innata a hacer cola sin rechistar. Exceptuando colas que nunca nos gustaría engrosar (léase el paro), diría que en algunas otras como las que se montan para conseguir entradas para un partido de fútbol o un concierto hay un punto friki que salta a la vista. Si hay una distinción para la ciudad con más colas, Madrid es seria candidata al título. Hay colas para entrar a los museos, sea el del Pardo o el Naval, hay colas para acceder a las atracciones infantiles, colas para ver un belén en el Palacio Real, para la lotería de Doña Manolita, para entrar a un local para tomar un chocolate con porras y hasta colas para comer un bocata de calamares. En las autopistas de pago, eso sí, no hay colas. Son un páramo de coches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario