"Si Otegi está feliz de que gane Syriza, no podemos estarlo los españoles". Que me caigo muerto, oiga. Semejante frase dijo el otro día Esteban González Pons, a la sazón vicesecretario del PP y número dos de este partido en el Parlamento Europeo, para valorar el triunfo de los izquierdosos en Grecia. De una profundidad tremenda. Mezclar churras con merinas es poco. Solo le faltó aquello tan manido y de una lógica tan aplastante de que si Otegi es ETA, Tsipras es ETA. Que todo se andará. Si a Monedero le están revisando hasta la partida de nacimiento, qué no harán cuando vean peligrar el poder. González Pons coronó su comparecencia con otra de esas perlas que le retratan: "Los españoles, cuando peor estaban (los griegos), les prestamos 26.000 millones. Yo no soy partidario de perdonárselos, que nos los devuelvan". Cambien el sujeto griego por el sujeto banco o caja de ahorros, lean otra vez la frase y verán cómo la cosa cambia. Otro que se ha cubierto de gloria en los últimos días es Laurence Fink, presidente del fondo de inversión Blackrock. "Hay que educar a la población europea para que vote al líder correcto que tome las medidas correctas", dijo en Davos, ese foro en el que los ricos debaten sobre cómo pueden hacerse más ricos a costa de laminar los derechos sociales de la plebe. Qué nivel, Maribel.
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