Cuentan las crónicas que en enero de 1980, seis meses antes del éxito en el Everest, partió desde Katmandú con 105 porteadores y tres toneladas de oxígeno y butano.
- Tenía la desgracia de que sabía inglés. Prepararlo todo me llevó seis meses, desde el 9 de diciembre en que fui a Bombay. Llevé dos camiones desde Bombay a Katmandú pero llegó solo uno, ya que el otro lo descargaron: lo necesitaban para llevar a la gente a votar porque eran las elecciones en la India. A los seis días apareció. En enero preparé en Katmandú la logística. El gas y el oxígeno no se podían transportar en avión, así que con 105 porteadores caminé primero hasta Namche Bazaar. A partir de ahí el traslado ya fue con yaks. De ahí al campo base ya fui solo y me junté con unos polacos que intentaban la ascensión invernal al Everest. Busqué un emplazamiento y bajé hasta Katmandú, donde me reuní con la expedición el 20 de febrero.
Entonces solo se permitía una expedición por temporada.
- Sí, una premonzónica, en primavera, y otra en el postmonzón, en otoño. Éramos doce alpinistas y doce sherpas. No era una expedición muy numerosa, pero nada que ver con lo de ahora. El año pasado visité el campo base del Everest en un trekking y había 25 expediciones de todos los colores, unas 600 personas. La BBC suele decir que el pub irlandés más alto del mundo está a 5.300 metros, en el campo base del Everest. El año pasado, solo en la zona del Everest, entre escaladores y trekinistas visitaron la zona más de 30.000 personas.
¿Qué recuerdos guarda de aquella expedición?
-Buenos, aunque pasé momentos malos por si no llegaba todo el material. Llevamos 12.000 kilos desde aquí. En Nepal compramos arroz, verduras..., pero lo importante iba desde aquí. Y si no llegaba a tiempo, podía fracasar la expedición. Lo pasé muy mal. Iba conviviendo con los nepalíes, durmiendo mal, y tuve unos problemas estomacales muy fuertes durante un mes. La aproximación con 105 porteadores de pueblo en pueblo por Nepal hace 35 años fue una experiencia increíble. Era una zona muy poco desarrollada. Vivía en sus casas, convivía con ellos, dormía con ellos, bebía su cerveza, comía con ellos, aprendí algo de nepalí… Luego, ya con la expedición, recuerdo lo que nos costó superar la Cascada de Hielo. Estuvimos una semana luchando para superar 500 metros de desnivel cuando hoy lo haces en dos horas porque está equipada. Trabajamos mucho la pared del Lhotse poniendo cuerdas fijas hasta el Collado Sur. Y ya el 14 de mayo, conseguir la cima fue una alegría del trabajo en equipo.
Pasaron un mal rato por las dificultades de Martin Zabaleta y el sherpa Pasang Temba al descender.
- La noche del 14 fue muy mala porque llegaron a la cima pero no bajaron al Collado Sur. Se quedaron a dormir cerca de la cima sur por problemas del sherpa. El equipo que íbamos para arriba organizamos una expedición de ayuda para subir oxígeno y que bajaran los dos en buenas condiciones. Les ayudamos a bajar y vimos las dos caras de la moneda. La alegría porque habíamos hecho cumbre pero la tristeza de que no había posibilidad de hacer nuevos intentos porque el equipo de sherpas que nos iba a ayudar a Felipe (Uriarte) y a mí se había desgastado.
Usted se quedó a hacer todo el papeleo de vuelta y no estuvo en el recibimiento en Sondika.
- La expedición aterrizó en Sondika el 12 de junio pero yo me quedé para traer de vuelta el material y regresé a Lesaka el 6 de julio, la víspera de San Fermín. Tuve un homenaje en Lesaka, en el que me acompañó Martin.
Hoy sería impensable un proyecto como aquel. Las expediciones no son tan grandes y ahora a veces se prima más el éxito personal.
- Nuestra expedición fue un trabajo en equipo. De hecho, había miembros que por sus características no tenían opción de hacer cumbre. Pero se sacrificaban hasta la altura que podían para conseguir el objetivo, que era hollar el Everest. Zabaleta y el sherpa saben que sin el apoyo del resto no hubieran llegado a la cumbre. Hoy la filosofía ha cambiado y las expediciones han evolucionado. Muchas expediciones van esponsorizadas y tienen que aparecer en los medios de comunicación. Se buscan nuevas rutas, acumular ochomiles, etc. y debe aparecer la persona que ha hecho esas hazañas para que vuelva a tener un soporte económico.
¿Cómo ha observado la evolución del montañismo vasco en las grandes cumbres?
- Con mucho interés y respeto, probablemente no comulgando con la filosofía actual de los logros y récords. En este pequeño país tenemos buenos himalayistas y escaladores. Pero si el montañismo se diferencia de otros deportes es en la no competición. En todo caso compites por intentar la cumbre, es decir compites, con todo respeto, con la montaña. Entiendo que el montañismo en un ochomil es el compromiso de trabajo en equipo y la solidaridad, y si estas compitiendo por establecer récords, la solidaridad pasa a un plano secundario.
Cuando subieron al Everest no se imaginaban que, por ejemplo, años después tres vascos iban a coronar todos los ‘ochomiles’.
- Ha sido el resultado de la evolución de la moda que inició Messner. Algunos alpinistas, no todos, se han dedicado a eso. La gente que se ha dedicado a hacer cosas nuevas no ha tenido como objetivo los catorce ochomiles. Pero otros sí, como Oiarzabal. Iñurrategi ha hecho cosas interesantes, Zabalza y Vallejo también, aunque no les veo en la carrera de los ochomiles. A Txikon sí le veo por esa carrera… Son filosofías nuevas, récords que es necesario hacer para seguir teniendo esponsor y alimentar a los medios. Es una filosofía distinta a la que teníamos en los 80, y sigo teniendo ahora, que respeto pero con la que no comulgo mucho. Pero he seguido con interés a Iñurrategi, Zabalza, Vallejo, Zulueta, Uriarte, Tamayo, Zabaleta, a Gregorio Ariz, a Mari Abrego, a Pili Ganuza, a Amaia Aranzabal, a los hermanos Pou. O recientemente a Adolfo Madinabeita, que ha escalado el Fritz Roy por la vía Afanasieef, con un desnivel de 1.600 metros.
Decía recientemente el alpinista Jordi Corominas que hoy parece que se da más importancia a contar lo que has hecho en la montaña que a hacerlo.
- Conozco a Corominas y estoy de acuerdo con él. ¿Por qué es tan importante que la gente conozca lo que ha hecho un alpinista? Por la esponsorización. Si te obligan a hacer algo y tiene que aparecer en los medios de comunicación, se prioriza su difusión. Cuando subes al Txindoki, también te sacas una foto y la mandas a los amigos por el WhatsApp para que la cuadrilla vea dónde estás.
Sigue practicando montañismo.
- Ahora que estoy jubilado, más que antes. Siempre que el tiempo lo permita, me encontrarás en un monte. Y a poder ser, en algún sitio en el que no haya estado. Conozco muchos sitios en Alpes, Andes o Himalaya, pero hay valles y montes al lado de casa que no he subido ni conozco. A eso me dedico últimamente, a conocer zonas cercanas.
En abril viaja con un grupo a la Cordillera Blanca. ¿Se prepara específicamente?
- Me preparo y preparo al grupo que llevo. Hacemos salidas en las que les controlo la tensión arterial, el peso, el oxígeno en sangre y pongo un ritmo alegre. Es un grupo de amigos, más que clientes, entrados en años (60 y pico) y nos dedicamos a hacer un trekking cada año. El año pasado estuvimos a 6.400 metros en el norte de Chile, en Parinacota. Hace dos años hicimos cuatro cimas de 4.500 y llegamos al Campo Base del Annapurna… Ahora vamos a la Cordillera Blanca y al final intentaremos ascender el Pisco, de 5.750 metros.
¿Qué ejercicio hace?
Todos los días hago mis 10 kilómetros de caminata. Tres días por semana nado y un par de días a la semana voy desde Hondarribia a Otsondo o Urdazubi en bici. No hago solo monte. Me gusta cambiar. Con la bici de monte voy a Oiartzun, Aritxulegi, Agiña, bajo a Lesaka, tomo un café en Ibardin y a casa. Hace años hice la travesía en bici de Tarifa a Hondarribia en seis días: 1.300 kilómetros. 274 en la última etapa, Vinuesa-Hondarribia.
Si se repasa su historial, llama la atención la infinidad de veces que ha viajado a los Andes.
Trabajé en México y en vacaciones me dedicaba a ir a Perú, Ecuador o a bajar al Aconcagua. Ahí se empezó a hacer mi cuerpo a la altura. Subir un fin de semana un 5.000 era casi una excursión mañanera. Al mediodía del domingo estaba en el centro vasco comiendo con los amigos. Luego hice el Aconcagua en solitario. Puse la primera ikurriña en el Aconcagua, aunque los primeros vascos que subieron fueron Ángel Rosen y Juan Ignacio Lorente en febrero del 76. Conozco el Altiplano, Perú, Chile, Argentina...
¿Qué atractivo tienen los Andes?
- Todos los montes tienen aproximaciones muy largas y son muy solitarios, son zonas inhóspitas, muy salvajes, muy poco pobladas… Son lugares en los que te sientes muy a gusto.
¿Qué le parecen los récords que se realizan ahora, como el de subir y bajar el Aconcagua en once horas?
- Ellos lo pasan bien. Sé lo que cuesta subir al Aconcagua desde el lago de Horcones. De Horcones a plaza de Mulas son de seis a ocho horas a un ritmo normal. Hacer Horcones-Aconcagua-Horcones en 11 horas es una salvajada. Parte de la subida y toda la bajada hay que hacerla corriendo. Bajar todo aquello corriendo, ¿sabes lo que sufren las rodillas? Son jóvenes, pero si llegan a mi edad no sé cómo van a tener las rodillas y el motor. Las articulaciones sufren muchísimo. Ahora hay atletas que no sabes si son montañeros o atletas que usan la montaña como pista de entrenamiento. Cuando se jubilen, estarán peor que yo.
Se enfrentan dos filosofías.
-Totalmente. Hemos entendido la montaña como un deporte de equipo, de compañerismo, de solidaridad, y si la vuelves competitiva con marcas y récords, malamente vas a ser solidario porque vas a ir a lo tuyo.
¿Hay todavía muchas montañas por descubrir?
-Sí. En los Andes hay todavía muchas montañas que aún no se han subido, hay muchas zonas inhóspitas, remotas, con poca logística. Y en Himalaya también. Todo el mundo va a por los ochomiles pero hay cantidad de seismiles sin subir.
Si tuviese 25 años, ¿qué monte subiría?
-Con 25 años y la experiencia de ahora sería diferente. He sido montañero de fin de semana, de vacaciones. He trabajado, tengo una familia y gracias a eso tengo una pensión. He cotizado 42 años. No me he podido dedicar profesionalmente. Si tuviese 25 años, no me hubiera dedicado a la montaña profesionalmente, a pesar de que me gusta muchísimo. Perdería quizás un poco de romanticismo.
¿Iría a un ochomil?
- Igual no. Pero en aquella época era un reto. Queríamos hacer una nación y el Everest era lo más, marcaba.
La aventura desde México al Fritz Roy
MARTIN ZABALETA Y XABIER ERRO VIVIERON HACE 37 AÑOS UNA TRAVESÍA LLENA DE ANÉCDOTASEl relato de Erro no tiene desperdicio: “En Nicaragua nos pilló la guerra entre sandinistas y somocistas. Pasamos a Costa Rica y de allí a Panamá, pero no se podía pasar a Colombia, así que fuimos a Colón y dormimos en la base de los americanos, que controlaban el Canal de Panamá. Un barco contrabandista nos llevó a isla Margarita. En Venezuela nos robaron y nos dejaron sin documentación y estuvimos retenidos 20 días en casa de un refugiado, Josu Bilbao, hasta que nos hicieron pasaportes nuevos. En Colombia hicimos un pico virgen, el Nevado del Huila (5.400 metros), pero al bajar la Policía nos detuvo y nos llevó al cuartel. Se habían mosqueado al ver el coche. Nos tuvieron detenidos, desmontaron todo para ver si había droga y, al no encontrar nada, nos dijeron que meterían droga en el coche para acusarnos. Empezamos a negociar, nos pidieron 1.000 dólares y, gracias a que tenía contactos en Bogotá de una vez que fui con mi empresa, hablé con la embajada y al final pagamos 100 dólares y pudimos salir. Atravesamos Perú, Chile, el desierto de Atacama.. y llegamos al paso de los Andes. Allí nos pilló un conflicto entre Chile y Argentina por el caudal del Beagle, con los dos ejércitos preparados. Nos retuvieron otros tres días”.
Los dos montañeros llegaron al Aconcagua y abrieron una ruta junto a, entre otros, Felipe Uriarte, pero se les resistió el Fritz Roy: “Nos pilló una tormenta que nos arrancó la tienda. No podíamos ni salir. Estuvimos seis días”. Volvieron a Buenos Aires, Martin tomó un avión y Xabier embarcó con su destartalado escarabajo al puerto de Barcelona. Meses después volvieron a reunirse para afrontar la expedición al Everest.
el protagonista
Nombre. Xabier Erro.
Lugar y fecha de nacimiento. Lesaka. 5 de febrero de 1946. Casado con Josune, tiene dos hijos: Haitz y Eki.
Profesión. Actualmente está jubilado. Trabajó en Industrias Españolas de Donostia y en una filial en México durante varios años. Exprofesor en el Instituto Pío Baroja de Irun. Ha guiado a cientos de montañeros integrando la agencia Mendiak eta Herriak que lidera Felipe Uriarte.
Historial montañero. Conoce la mayoría de cumbres de Pirineos y Alpes, y es un experto en los volcanes de México. Entre otras cimas, ha subido 18 veces al Nevado Toluca y 35 al Popocateptl. Conoce los Andes al dedillo. Tiene una treintena de ascensos al Aconcagua, la primera integral sur-norte, la primera invernal vasca... Formó parte de la expedición al Everest’80. Coronó su único ochomil, el Gasherbrum II, en 1991, en la primera ascensión navarra a esta cumbre, y ha participado en expediciones al Lhotse Shar, Baruntse, Makalu, Kangchenjunga y K-2, entre otras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario