ya lo dice el maquiavélico Frank Underwood en la excelente serie House of cards:
“Ningún político se resiste a hacer promesas que no podrá cumplir”.
Pasen y vean. Si la precampaña les ha sabido a poco, llega ahora la
campaña, que es lo mismo pero con más parafernalia, más palabrería y más
sonrisas, aunque afortunadamente con fecha de caducidad: el viernes 22
de mayo. Es como la pretemporada y la temporada. Luego queda ese día
suelto, tontorrón y anquilosado que llaman jornada de reflexión -como si
fuéramos todos a estar pensando durante 24 horas a quién vamos a
votar- en la que descubrimos que en su tiempo libre -oh my god- los candidatos van al monte, hacen las compras con su pareja o pasean. La campaña es el tiempo del puedo prometer y prometo. En el hit parade
de las promesas, hay una por la que sienten predilección nuestros
políticos locales: la regeneración de la bahía de Pasaia. No hay campaña
que se precie en la que uno o más candidatos no se desplacen a la bahía
para ofrecer los discursos de rigor y hacerse las fotos embarcados en
una motora. En los siguientes cuatro años no son capaces de ponerse de
acuerdo y lograr consensos (palabra que se gasta mucho estos días), pero
que no sea por anunciar una promesa que no cumplirán.
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