En una escala del 1 al 10,
hace cosa de 20 años había amigos de la cuadrilla que todos los fines
de semana sacaban un 8, algunos hasta un 10, y otros raspábamos el
cinco. Hablamos de farras. El 10 se lo llevaba el que salía el sábado
después de comer a echar un café y jugar al tute y, como quien no quiere
la cosa, llegaba el domingo al atardecer después de empalmar las
fiestas de un pueblo con las de otro. El 8 era para el único que ligaba,
habitualmente el alto y moreno, que acababa la noche con una sonrisa de
oreja a oreja, y el 5 era para gentes como un servidor, que se metía en
el sobre antes de que clareara pero al día siguiente tenía que dar
explicaciones a la madre del 10 de por qué su hijo aún no había llegado a
casa (un inciso, los móviles no existían). Había también alguno que
plegaba velas cuando se daba cuenta de que en el último bar del último
Licor 43 con Coca Cola ya no quedaba nada al alcance, léase chicas, y
otro al que le daba por cantar toda la discografía de Julio Iglesias.
Hay un tiempo en tu vida en el que no perdonas un fin de semana sin
farra y luego llega otro en el que si haces tres en los 365 días del año
ya te puedes dar con un canto en los dientes. Ahora que llegan los
sanjuanes, sanmarciales, sanpelayos, sanfermines y demás, salgan,
disfruten y bailen, que solo se vive una vez. Y como dice un amigo,
“Dale fuego al chaparral”.
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