viernes, 10 de julio de 2015

Rarito Dylan

De un concierto de masas se espera que el público disfrute, que la acústica sea buena, que suenen los temas más célebres y pegadizos, que el vocalista o el grupo se identifique con los espectadores que le aclaman al pie del escenario y que incluso haya bises. Hay conciertos y conciertos, y luego está Bob Dylan. Ni piezas clásicas para cantar al unísono con los fans, ni gestos de complicidad, ni media sonrisa que echarse a la boca. El bardo de Minnesota es rarito como pocos y antipático como el que más. Cuentan que al famoso autobús negro que le lleva de plaza en plaza y que mañana le trae de gira por Donostia no pueden acceder ni sus propios músicos. El caso es que, al contrario que en otras estrellas de la música, en Dylan no se trata de leyendas urbanas. Es hierático y seco hasta decir basta. Y debe tener alergia a las fotos porque ha prohibido que se tomen imágenes de su concierto y del de Andrés Calamaro, que le precederá en Illunbe. Y no solo lo prohíbe a los profesionales, también a los espectadores, convertidos desde hace tiempo en fotógrafos en potencia, móvil en ristre. Está el asunto como para que la promotora del concierto le diga al viejo Bob que salude al respetable con un “Kaixo Donostia!”, se enfunde la camiseta de la Real y diga unas palabritas de apoyo a Donostia 2016.

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