viernes, 17 de julio de 2015

Sentirte Froome

hace más de 20 años, cuando la mudanza a Anoeta era ya un hecho y Atocha había cerrado sus puertas de forma oficial con el Real-Tenerife (3-1) y el último gol de Oceano, el viejo campo del paseo del Duque de Mandas cobró vida durante unos meses. Equipos de fútbol y de rugby, incluso cuadrillas de amigos, jugaron pachanguitas antes de que las máquinas entraran a derribar gradas y tribunas. Más de uno disfrutó defendiendo la portería del mercado de frutas cual Arconada y marcando goles para dibujar luego en el aire aquel gesto de celebración tan propio de Satrus. Que se sepa, los clubes no suelen alquilar sus estadios para partidos de solteros contra casados. Será por aquello de preservar el estado del césped. En las visitas guiadas que se organizan en los mejores campos de Europa, a lo sumo te dejan ver el palco, pisar el verde y sentarte en los banquillos. En el Tour, puro espectáculo de marketing, publicidad y turismo, te ofrecen gratis et amore sentirte como Chris Froome. Horas antes de que pasen los ciclistas, puedes ascender el último puerto (y todos los anteriores si te apetece) hasta la mismísima meta. Ellos vuelan y tú subes a pedaleo cochinero, pero la sensación de sentirte el jefe de filas de tu equipo no te la quita nadie.


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