hace más de 20
años, cuando la mudanza a Anoeta era ya un hecho y Atocha había cerrado
sus puertas de forma oficial con el Real-Tenerife (3-1) y el último gol
de Oceano, el viejo campo del paseo del Duque de Mandas cobró vida
durante unos meses. Equipos de fútbol y de rugby, incluso cuadrillas de
amigos, jugaron pachanguitas antes de que las máquinas entraran a
derribar gradas y tribunas. Más de uno disfrutó defendiendo la portería
del mercado de frutas cual Arconada y marcando goles para dibujar luego
en el aire aquel gesto de celebración tan propio de Satrus. Que se sepa,
los clubes no suelen alquilar sus estadios para partidos de solteros
contra casados. Será por aquello de preservar el estado del césped. En
las visitas guiadas que se organizan en los mejores campos de Europa, a
lo sumo te dejan ver el palco, pisar el verde y sentarte en los banquillos. En el Tour, puro espectáculo de marketing, publicidad y turismo, te ofrecen gratis et amore
sentirte como Chris Froome. Horas antes de que pasen los ciclistas,
puedes ascender el último puerto (y todos los anteriores si te apetece)
hasta la mismísima meta. Ellos vuelan y tú subes a pedaleo cochinero,
pero la sensación de sentirte el jefe de filas de tu equipo no te la
quita nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario