Ser o no ser feliz, esa es la cuestión. Y tener o no tener dinero, esa es la otra cuestión. Un reciente estudio del Eustat británico, o sea, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) de la Gran Bretaña, asegura que cuanta más riqueza amasa una persona, mayor es su bienestar y su autoestima. No hablamos de riqueza espiritual. Riqueza pura y dura. Pasta. Cuanto más riqueza financiera, más feliz. La conclusión de la ONS echa por tierra la manida frase de que la riqueza no hace la felicidad. ¿O acaso es lo contrario? A primeros de este año, otro informe, en este caso de tres psicólogos de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver (Canadá), afirmaba que por muy podridos que estemos de euros, dólares o rublos, la acumulación de dinero no contribuye a ser más feliz sino que ayuda a sentirse menos desgraciado. Llegados a este punto, me topo con una noticia que asegura que Cristiano Ronaldo gana unos 230.000 euros cada vez que promociona una marca con un solo mensaje en Twitter. O que Fernando Alonso, alias El Quejoso, se embolsa casi 12.000 por darle bola a un producto que publicita. No sé si el dinero da o no da la felicidad, pero qué mal repartido está en este mundo.
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