"¿Qué es Tabakalera?", me pregunta un amigo que sigue el día a día
informativo a vuelapluma. "Un centro cultural, pero a lo bestia", le
contesto en una frase a botepronto. Vale, no es un centro cultural, ni
hay otra infraestructura comparable a cientos de kilómetros a la
redonda, pero tiene unas dimensiones siderales (el equivalente a 370
viviendas de 100 metros cuadrados cada una). Tabakalera tiene ante sí el
complicado reto de que los ciudadanos lo sientan como algo suyo, como
ha sucedido antes con proyectos que el tiempo ha situado en el camino
del éxito como el Kursaal, el renovado San Telmo, la playa de la
Zurriola o el en su día criticado bidegorri de La Concha. No son
proyectos equiparables entre sí por su distinta envergadura, pero todos
tienen en común que donostiarras, y no donostiarras, los han hecho
suyos. Ni qué decir del éxito de la fabulosa red de casas de cultura o
del amplio abanico de instalaciones deportivas, seguramente sin parangón
en otra ciudad del tamaño de Donostia. Insisten los promotores de
Tabakalera en que no se trata de llenar el edificio de público porque
sí. Se trata entonces de explicar al común de los ciudadanos qué ofrece y
qué te puedes encontrar en ese gigantesco edificio sin recurrir a
palabras y expresiones de 20 duros. Si no, corres el riesgo de que te
visiten por las magníficas vistas del restaurante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario