No esperen encontrarlos ni en conquistadores ni en realities ni en hormigueros. Tampoco busquen sus cuentas de Twitter y Facebook,
o de cualquier otra red social, porque, simplemente, no las tienen. No
van contando sus hazañas de tele en tele, y se podría decir incluso que
son alérgicos a la fama. En estos tiempos de egos y divismos, de
exhibicionismos individuales y de mostrar los asuntos más banales del
deporte, ellos unen fuerzas para trabajar en equipo y subir montes. Con
su ascensión al Chamlang, un desconocido sietemil de Nepal que algún ochomilista
no sabría situar en un mapa, Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel
Zabalza acaban de dar otro ejemplo de coherencia con su manera de
entender el montañismo. Buscan picos poco frecuentados, a veces
vírgenes, no colocan cuerdas fijas, meten en la mochila el material
imprescindible y no arriesgan si vienen mal dadas. Una lucha de tú a tú
con la montaña, en la que no siempre pisan la cima. Romanticismo y
montañismo en estado puro de una cordada que incluso comparte generación
(Iñurrategi es del 68 y Zabalza y Vallejo del 70). Su próximo objetivo
se medirá por encima de los 8.000 metros, pero no duden que tirarán de
originalidad y no subirán por una ruta normal.
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