en la banda sonora de
nuestras vidas siempre figurará una canción de Oskorri. Hemos nacido,
crecido y vivido bailando de parranda a los sones de Furra furra, cantando en las sobremesas Euskal Herrian euskaraz o esperando a que en la verbena de las fiestas del pueblo alguna chica nos pidiera un agarrao mientras sonaba Aita semea.
44 años y 3.000 actuaciones después, Oskorri entona la despedida. Y nos
invade cierto sentimiento de tristeza porque podremos seguir escuchando
los 500 temas que han compuesto (muchos de ellos recuperados del
cancionero) pero sin disfrutar de sus directos, pura versatilidad
musical. Hasta quince instrumentos (puede que fuera alguno más) conté en
el recital que ofrecieron hace quince días en el Baluarte de Iruñea.
Como muchas veces, como ayer en Bilbao, o como anteriormente en todas
las capitales vascas, Oskorri ofreció un concierto precioso. Sonaron los
clásicos, auténticos himnos de este país, y los menos clásicos en dos
horas largas de recital de un grupo que ha sabido cautivar a varias
generaciones sin perder su esencia, a euskaldunes y erdaldunes, a niños,
jóvenes y mayores. Puro patrimonio cultural. Seguramente no ha habido
un grupo más popular. Beste bat, beste bat, beste bat...
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