los expertos lo llaman Síndrome de los hombres que se ponen a hacer deporte después de ser padres por primera vez. Se trata de una patología
que se observa sobre todo tras las vacaciones de verano y entrado el
otoño, y tiene una de sus máximas expresiones este domingo, en la
Behobia-San Sebastián. Después de años de sedentarismo, rebasada ya la
treintena, se enfundan pantalón corto, camiseta y zapatillas, y
ejercitan la sana y saludable costumbre de correr. Primero, para probar;
superados los primeros sofocos, para disfrutar; y, ya en forma física,
para competir, mayormente en la Behobia, convertida
desde hace años en un fenómeno social. Llegados a este punto, el de los
entrenamientos para la competición, las conversaciones familiares se
trufan de palabras hasta entonces desconocidas como ritmo por kilómetro,
lactato, fisio, tirada larga, liebre, pronador, masajista, series de
400 a dos minutos y un infinito vocabulario. Como todo en la vida, en el
término medio está la virtud. Cuando se compite, sobre todo en una
carrera como la Behobia, que sufre marquitis, conviene
no obsesionarse, intentar disfrutar y cruzar la meta con una sonrisa.
Pocas veces, por no decir nunca, se encuentra uno con un pasillo de
miles de personas que te aplauden por hacer algo tan sencillo como
correr.
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