Encuestas y quinielas pronostican que el próximo domingo los seis sillones del Congreso que se ponen en liza en Gipuzkoa se repartirán de la siguiente manera: dos para EH Bildu y dos para el PNV, en una reñida pugna por la hegemonía, otro para Podemos y el último para el PSOE. El PP quedaría fuera y Ciudadanos ni está ni se le espera. Si salta la sorpresa y Odón Elorza no repite plaza en Madrid porque EH Bildu o el PNV logran un tercer escaño, o porque Podemos consigue la parejita, podría darse la paradoja de que ninguno de los hasta ahora denominados grandes partidos tendrían su cuota de representación guipuzcoana en la Cámara baja. La defunción del bipartidismo en estado puro. Y sabido es que si no consigues ningún representante en cualquiera que sea la institución, dejas de existir. El PP, con un juntetero y siete concejales en toda Gipuzkoa, corre el riesgo de convertirse en una fuerza política residual, si es que no lo es ya. Las elecciones autonómicas del próximo año serán un buen termómetro para calibrar si prosigue su caída libre o detiene la sangría de votos. Un trance por el que ya han pasado otros partidos como Ezker Anitza, que no tiene voz ni en las Juntas Generales ni en el Parlamento Vasco.
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