fernando Alonso ganó su último título mundial en 2006 al mando de un Renault. Hace ya nueve largos años. Desde aquel éxito ha sumado 17 victorias, la última en 2013 con Ferrari. Y en las seis últimas temporadas ha conseguido seis triunfos en los 94 grandes premios en los que ha participado. Pura estadística que habla de un piloto que ha ido de más a menos hasta convertirse en carne de chanzas y memes. El éxito o el fracaso en la Fórmula 1 dependen en gran medida de la potencia y la fiabilidad de tu coche. Desde que conquistó el título, Alonso, que está considerado uno de los mejores pilotos, ha militado en dos de las escuderías con mayores presupuestos (Ferrari, y McLaren-Honda) y, sin embargo, no ha respondido a las expectativas. Al contrario. Se diría que rara vez él es el responsable. La culpa siempre es del bólido. El catálogo de excusas y los reproches a sus equipos de ingenieros y mecánicos suelen ser tan constantes y cansinos que cuesta creer que ninguno le haya afeado su actitud en público. Ha hecho de la queja el argumento habitual al que aferrarse. A rebufo de Alonso nacieron y crecieron una legión de fans, de Lobatos y de audiencias de dos dígitos que han desaparecido conforme el ídolo ha ido cayendo de los podios. No será el primer ni el último campeón que resucita pero, amigo Lobato, Magic era Johnson, el de los Lakers.
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