me perdí los diez primeros minutos del documental Moi Juan Carlos, roi d’Espagne, que emitió France 3
el pasado lunes pero, visto lo visto, los otros 80 minutos restantes
eran también prescindibles. El biógrafo más pelota de Juan Carlos de
Borbón no le hubiera regalado un reportaje a mayor gloria. Todo atado y
bien atado. Asegura su director, el cineasta Miguel Courtois, que el
documental es “blanco” y que al campechano “le gustó mucho el acabado”.
Encantado tiene que estar. La estampa que se ofrece del monarca emérito
es idílica. No esperen ver imágenes de caza de elefantes, ni de Corina,
ni de abrazos con sus amigotes saudís (los que aplican la pena de muerte
cada semana), ni de su polémico papel la noche del 23-F, ni de su yerno
enfangado en asuntos turbios, ni de su hija declarando en un juzgado
por un caso de corrupción. Nada de nada. Aparece, eso sí, junto a su
gran valedor, Franco, ora inaugurando un pantano, ora saludando con la
mano alzada a la muchedumbre en una plaza de Oriente atestada de
banderas con el aguilucho. Pero mayormente abundan las escenas de una
faceta que dominaba y domina como nadie: salir del coche junto a su
mujer (antes juntos, ahora por separado) y saludar al respetable
moviendo repetidamente la mano. En ese arte es genio y figura.
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