el próximo miércoles se cumplirán dos meses del estreno oficial de Donostia como capital europea de la cultura. Imposible no recordar la fecha. Cuánto dinero público desperdiciado en media hora para una ceremonia de inauguración tan insustancial. Pasó aquella jornada, no precisamente a la posteridad, y la capitalidad ha ido quemando fechas con actividades por aquí y por allá para todos los gustos y colores. El frenético ritmo de ruedas de prensa y presentaciones casi diarias que convoca la oficina de Donostia 2016 contrasta con la frialdad con la que se está viviendo el arranque de la capitalidad. Por decirlo de otro modo, está pasando desapercibida. Cierto es que quedan por delante siete meses y que seguramente no se ha servido ni siquiera el aperitivo. Pero de puertas afuera da la impresión de que la ciudadanía no vive el acontecimiento con una pizca de entusiasmo. El Festival Stop War de la próxima semana será un buen termómetro para medir la temperatura de la capitalidad. Con una ciudad sumergida en las vacaciones de Semana Santa y tomada por los turistas, la iniciativa, mezcla de música, ocio y reivindicación de un mundo sin guerras, reúne todos los ingredientes para ser un éxito... a poco que acompañe el tiempo, un elemento imprevisible por estos lares.
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