Un compañero de la universidad que era amigo de buscar parecidos, se empeñó en que un servidor era igualito que Andrés Jiménez. Para los no iniciados y las nuevas generaciones, habrá que recordar que Jiménez fue un excelente ala-pívot que primero triunfó en el Joventut y luego en el Barça. Sobra decir que el parecido se limitaba a que ambos teníamos (y seguimos teniendo, al menos yo) una nariz digamos que aguileña, muy propia del país. El caso es que en las últimas semanas, hasta tres personas me han confundido en la calle con otras tantas personas. He sido Gontzalo, Agustín y Aitor. A este último no tengo el gusto de conocer. A los otros dos sí, por lo que deduzco que la confusión proviene de que los tres (Gontzalo, Agustín y yo) pertenecemos a esta nueva tribu de la alopecia galopante. Puestos a buscar parecidos, a un sobrino le hemos encontrado trazas con un tal Shawn Mendes, cantante canadiense que por lo visto es ídolo de las adolescentes. Lo de buscar parecidos razonables viene de cuna. A los segundos de amanecer en este mundo, toda la parentela que pasa de visita por maternidad le saca parecidos a la criatura. Que si la mandíbula es del aitona, los ojos de la amona, el pelo de su madre y la boca de su padre. Una afición tontuna de la que no escapa nadie. Yo, en concreto, dicen que soy clavadito al tío Josemari.
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