uno de los pecados
capitales de los partidos políticos cuando llegan al poder es gobernar
con anteojeras. Gobiernan solo para los suyos, sin mirar a los costados.
Durante sus tropecientos años de Gobierno en Navarra, UPN, muchas
veces con el apoyo de la muleta de un PSN que ni está ni se le espera,
no solo despreció a un amplio sector de la sociedad que no comulgaba ni
comulga con su ideología, sino que lo arrinconó con normas y leyes
creadas ad hoc. La obsesión de UPN con el euskera, ETB,
el modelo D y todo símbolo que huela a Euskal Herria raya lo
paranoico. Su amarga victoria en las últimas elecciones y el posterior
paso a la bancada de la oposición darían paso, dijeron, a una moderación
en su discurso. Retirar la denuncia que había puesto contra las
emisiones de ETB hubiera sido una buen primer paso para
dulcificar su mensaje. No lo retiró y ni siquiera comunicó la demanda al
Gobierno de Barkos en el traspaso de poderes. En sus casi dos años de
travesía en el desierto, UPN, en lugar de regenerarse, ha incidido en su
versión más retrógrada y cerril. El socorrido “que vienen los vascos”
ya no hay quien lo compre. Si no se pierde en peleas estériles y
gobierna sin anteojeras, el gobierno del cambio tiene cuerda para otra
legislatura.
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